¿Conflicto entre generaciones?
Por Emile Copfermann
Problemes de la
Jeunesse, Petit Collection. Editorial Francois Maspero, 1967.
Digitalizado de la Revista
Revolución y Cultura. Agosto
1968, Cuba.
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La ruptura de los jóvenes
con los valores sociales corrientemente admitidos, por la importancia
que le dan diferentes enfoques, es un fenómeno mundial. En la
sociedad internacional de la rebelión, se confunden los provos
holandeses, y los mods, los rockers ingleses, los
beatniks americanos o franceses, los hooligans polacos
y los stiliaks soviéticos. Esta amalgama, enriquecida aún
más por el ejemplo más reciente de los guardias rojos,
rebeldes revolucionarios de la China comunista, que se confunde con
el de los estudiantes españoles en lucha contra su sindicato
estatal, no se mantiene unida más que gracias a transformaciones
sucesivas. Se sobreentiende que la palabra revuelta se convierte en
sinónimo de adolescencia; la madurez implica el reconocimiento de
una especie de situación de hecho, política y social. Resumo: Se
trataría de un conflicto de generaciones; nada menos que la rebelión
de la juventud contra la mediocridad del confort y del conformismo de
los adultos, fenómeno ligado al desarrollo industrial.
Si descartamos la
instancia de los hechos que permiten se les confunda en una dudosa
universalidad, sigue sin embargo siendo el "conflicto de
generaciones". En este libro lo abordaré varias veces: a partir
de ejemplos históricos; por ejemplo, la realización del mito de la
rebelión de la juventud, el movimiento de los jóvenes Wandervogel;
a partir de un examen del sentido de la intervención pedagógica
(¿Cuál es el objetivo de la educación? ¿La satisfacción de las
necesidades del niño tal cual es o su preparación para cuando sea
adulto?). En realidad, un estudio de los problemas de la juventud no
podría excluir su aspecto político y sociológico y limitarse a los
epifenómenos. Porque no importa cuán significativa sea; es así
como aparece la revuelta, un epifenómeno. En cuanto a los conflictos
generacionales... Sófocles en Antígona, Shakespeare en Hamlet,
Schiller en Don Carlos o en Los Bandidos y Racine .en Fedra ya le han
dado, con contenidos diferentes, una resonancia que permite afirmar
su presencia constante en las sociedades en transformación.
EL JOVEN Y LA
FAMILIA
Lo que deseo subrayar
antes que nada es la óptica moralizante de la explicación corriente
que habla de la disminución del papel tradicional adjudicado a la
familia.
Los jóvenes se
identificarían con sus padres y la educación familiar no sería
otra cosa que la reproducción, en su conveniencia, de modelos ya
realizados en los adultos. La disminución del papel de la familia
sería la consecuencia de un desarrollo inhumano de sociedades de
alto nivel industrial. Claro está, es apenas posible lograr el
regreso al ideal pedagógico de la familia de los siglos XVI y XVII,
pero se nos sugiere volver a encontrar una unidad perdida entre la
moral ideal y la moral vivida, sin precisar de qué medio social se
trata, en qué condiciones, con cuáles fines.
Una teoría (1)
vincula la evolución demográfica y los caracteres sociales y
establece correspondencia entre los estadios demográficos de las
sociedades y la evolución de los sectores económicos (según Colín
Clark: primario, secundado, terciario). Además de tomar el efecto
por la causa, partiendo de la demografía para explicar la economía,
esta doctrina ignora todo determinismo político. Según esta
hipótesis, la sociedad industrializada pasaría de una fase en que
los individuos están "introdeterminados" a otra durante la
cual ellos se convierten en "extrodeterminados"
(extrodeterminación: "proceso de reducción a la impersonalidad
y de difusión en gran escala de estilos personales que crean los
individuos y los grupos"), y en Europa actualmente estaríamos
en esta segunda fase, la de la "impersonalización" durante
la cual se ejerce la influencia de los medios masivos de comunicación
y de los grupos "constituidos" (clases sociales, grupos de
edad. que el autor denomina pares sociométricos). De este modo la
vida privada se encuentra directamente violada por la irrupción de
una influencia que contrabalancea la de la familia.
La modificación más
importante del antiguo equilibrio me parece que es la transformación
del status de la mujer. Si antiguamente la mujer, en tanto que madre,
se refugia en los trabajos domésticos y asegura la tarea de
educación, su entrada en el ciclo de la producción pone en
discusión la repartición de las tareas. La existencia de la
familia, según su definición patriarcal, disminuye en los medios
sociales en que las necesidades vitales imponen el trabajo asalariado
de la pareja de padres,
El niño no disocia los
aspectos materiales y afectivos de la familia. Los padres crían a,
su retoño porque lo aman, y pagarles a su vez es amarlos. El
adolescente distingue estos objetivos: piensa que para afirmar su
independencia tiene que asumir su responsabilidad material. ¿Puede
hacerlo? Con menos frecuencia de lo que quisiera. Los lazos afectivos
se han relajado en el momento de la adolescencia. las amistades
externas tíenden a suplantarlos. Por esto, la ruptura podría
producirse; pero, la organización de la vida diaria, la
independencia económica, actúan como freno.
Evidentemente, la
aspiración del adolescente a la autonomía no es una característica
del siglo XX. Freud desarrolla una hipótesis sobre los orígenes de
la civilización según la cual el padre instituye su dominio sobre
la horda primitiva y monopoliza a las mujeres, contra lo cual los
hijos se rebelan matando al padre para instituir la primera sociedad
humana, La partida del hijo es también un tema bíblico. La
mitología e nutre de él: la partida es también el 'reconocimiento
de la madurez en numerosos cuentos populares.
Puede ser que el hijo
sueñe con comerse al padre para adquirir su fuerza. Felizmente en la
realidad lo mata menos frecuentemente, contentándose con huir,
cuando puede, de su protección exclusiva. Prosaicamente, su partida
tropieza contra ciertas imposibilidades relacionadas con ~a manera en
que la familia entiende su papel. En el momento en que el joven
reivindica la responsabilidad de fijar su futuro, contempla enfrentar
las consecuencias materiales de su futuro, Pero si anteriormente nada
lo ha preparado para ello, la autonomía aparece improbable. La
educación familiar parece, pues, frecuente y contradictoriamente una
preparación para la independencia del joven y su negación. En estos
casos, la actitud de la familia encuentra una base en su propia
existencia como núcleo privilegiado: su finalidad es su sostén
cueste lo que cueste. Prolongando el tiempo de la infancia -pero una
infancia vertida hacia sí misma, que no se desarrolla y que continúa
la sujeción al adulto- en que el horizonte está cercado por un
afecto devorador se confirma la importancia del papel de los tutores.
La educación familiar
puede contemplarse como una etapa. Entonces el niño sufre menos por
las restricciones de influencias que se desprenden de una situación
impuesta por la vida moderna, porque los padres consideran que lo
esencial reside en un intercambio constante con el medio humano y
social y no en rechazarlo. En cuanto a esto, se trata de armar al
joven de tal manera que pueda dominar su situación. En este caso,
los padres contemplan a la familia como medio educativo destinado a
desvanecerse en la misma medida en que el joven adquiera nociones de
responsabilidad. Dividido entre su trabajo, los estudios que absorben
una parte importante de su tiempo, la organización de su tiempo
libre una vez cumplidas las tareas materiales cotidianas, él le
concederá mucha importancia en la medida en que la familia lo
ayudará a superar sus propia inquietudes, en la medida en que le
permitirá dominar sus conflictos, evitarlos.
Esta capacidad de ayudar
al joven a adquirir su autonomía, no se mide por el tiempo que la
familia le consagra. Cierta forma de educación acapara literalmente
a los vástagos, ejerce sobre ellos una influencia envolvente que no
enfrenta ninguna competencia. Ella los encierra en un mundo aséptico,
regulado por la economía doméstica, donde todos los conflictos son
internos y dependen de la autoridad paterna. Pero es el valor de
aplicación de las experiencias familiares, su confrontación con el
medio humano, social, por tanto el método que ellas implican, lo que
verificará su eficacia. Es posible, por tanto, concebir así, a la
inversa, una educación familiar que multiplique las ocasiones de
experiencias externas a ella para los jóvenes, favoreciendo los
intercambios y que sin embargo sea muy eficaz.
El valor de aplicación
de una educación semejante se desprende también de la distancia que
ésta toma de las reglas morales corrientes. Sin recordar el "manual
de saber vivir" es evidente que una imagen de la joven y del
joven tipos refleja necesariamente modelos sociales que poseen sus
características propias. Pero estos modelos ideales existen para
definir criterios, para proyectar también una imagen de lo que la
clase social dominante quiere mostrar de sí misma, y no para que
ella se conforme a esa imagen sino para que las clases dominadas lo
hagan.
¿Para qué adoptar un
sistema si éste se encuentra constantemente impugnado, tanto por los
padres en su vida diaria como por todos aquellos con quienes los
jóvenes están en contacto? En la práctica, las reglas están
perfiladas: la sociedad impone una política de la actitud social que
ella propone como modelo y al mismo tiempo favorece por la naturaleza
del aparato de producción sus infracciones, desde el momento que
éstos se desarrollan dentro del marco de las instituciones.
Por ejemplo, la
industria de entretenimiento crea jóvenes estrellas sin que éstas
hayan tenido que valerse de una formación, de un adiestramiento
particular. Aun más, ellas no tienen que justificar sus estudios. El
azar, las circunstancias, forman las bases esenciales de su éxito y
dan la espalda a la organización social clásica. Los orientadores
profesionales tendrían dificultad en definir sus verdaderas
aptitudes, siguiendo las normas habituales. Convertido en valor
mercantil y después en valor social, su éxito también se convierte
en una moral. Esta perversión de las normas fijadas por ella
sabemos, en todo caso, que se inscribe en la naturaleza de la
sociedad establecida.
La moral familiar
dualista del bien y del mal, desmoronada porque siempre está en
retirada frente a la práctica corriente, conservaría un poder en la
medida en que lograra criticar a esta última. Pero esto supondría
que los padres aceptaran correr el riesgo de ver negar a la familia
su influencia totalitaria.
LA
ADOLESCENCIA
Biológicamente, la
adolescencia es el período comprendido entre la pubertad y la edad
viril. Ella no es ya la infancia ni tampoco la edad adulta. Esta
tierra de nadie expresa bien la contradicción que tienen los
adolescentes: prolongar la infancia, rechazando la edad adulta;
acortarla para reivindicar la madurez; permanecer bajo la tutela
adulta; huir de ella.
El reconocimiento de la
madurez sobreviene a edades diferentes según el status del grupo
social al que pertenece el joven. Su duración es variable. El paso
de la infancia a la madurez era rápido en las sociedades arcaicas y
sigue siéndolo en ciertas poblaciones primitivas. En Costumbres y
sexualidad en Oceanía, Margaret Mead cuenta que los jóvenes
púberes eran aislados del pueblo durante algunas semanas hasta que
una ceremonia de iniciación, que a veces llegaba a la circuncisión,
consagraba sus deberes y derechos en la vida con los adultos. La toga
viril romana concede ventajas comparables sin estar acompañada de
iniciación, pero al igual que en el occidente cristiano, donde el
adolescente privilegiado se beneficia de una educación
particularizada, este estado intermedio es concedido sólo a los
descendientes de capas sociales privilegiadas. Los demás trabajan
desde la infancia; así es en las sociedades burguesas desde los
comienzos de la industrialización. Las luchas obreras del final del
siglo XIX, la necesidad para la industria de disponer de una mano de
obra de formación técnica mínima, imponen la instrucción pública
obligatoria hasta los 14 años. El tiempo comprendido entre el final
de la educación y los comienzos de la vida profesional define la
adolescencia. El adolescente deja así de ser considerado como niño:
sin embargo aún no posee status de adulto y el tiempo que transcurre
de un status a otro es variable. Depende de elementos múltiples,
principalmente de la duración del adiestramiento. Pero esta duración
está relacionada con las esperanzas puestas en· el ejercicio de la
vida profesional. En otras palabras, mientras más alejado sea el
plazo de vencimiento, más larga será la adolescencia, mayor el
lugar concedido a la formación general "desinteresada" del
joven, valorizando así su afirmación del yo. Por el contrario, su
aprendizaje aparecerá más directamente utilitario y por tanto, más
corto: más corta será la duración de la adolescencia tiempo de la
incertidumbre. Hasta tal punto que parecé permisible decir que la
crisis de adolescencia - a diferencia de lo que el Sr. Debesse llama
"la crisis de originalidad juvenil" no concierne más que a
jóvenes de capas sociales particulares, acomodadas, para las cuales
la duración de la adolescencia es más larga.
Los etnógrafos han
asestado un fuerte golpe a la concepción tradicional de la
adolescencia-pubertad conflictiva, período particular de crisis de
individualidad, mostrando la relación que mantiene con el tipo de
civilización. Malinovski y Margaret Mead sugieren que pueden
concebirse sociedades sin crisis de adolescencia, dependiendo esto de
las condiciones en las cuales se opera el paso de una edad a otra.
Pero de esta crítica nace una tentación a oponer tipos de cultura.
Otra tendencia de la sicología va a mostrar las diferencias
existentes dentro de cada cultura, a veces tan profundas como las
existentes entre una cultura y otra. La sicología comparada va a
mostrar les diferencias entre realidades distintas, la sicología
diferencial entre situaciones aparentemente semejantes. Gracias a
esto; poco a poco, son evidentes los rostros de la adolescencia. La
noción del "desplazamiento secular del crecimiento"
muestra, por ejemplo, que la precocidad es más frecuente entre los
púberes producto de medios sociales culturales elevados.(2)
La elevación del nivel de vida tiene consecuencias sobre la edad de
la maduración sexual. Pero la fragmentación actual, en torno a ejes
que separan el crecimiento físico, el crecimiento social y el
aprendizaje; termina por borrar elementos tan determinantes para un
estudio serio de la adolescencia como las relaciones con la familia,
con la escuela. Se estudia al joven tal cual es en el mundo en que
vive en el momento de la investigación.
LA FAMILIA COMO
CÉLULA DE LA SOCIEDAD
Según la concepción
materialista de la historia, los elementos determinantes son la
reproducción de seres humanos y la producción de medios de
subsistencia. La existencia determina la conciencia, no sólo la
existencia natural, la naturaleza, sino la existencia social. El
hombre es el producto de la naturaleza y del conjunto de relaciones
sociales que él mismo ha creado, según Marx. De este modo no
depende de la moral que la familia se haga o se deshaga. "La
familia no puede ser tratada como tal. Los burgueses dan a la familia
el carácter de familia burguesa en la que los elementos que unen a
sus miembros son el aburrimiento y el dinero; a la familia burguesa
corresponde la descomposición burguesa de la familia. Y sin embargo,
la familia continúa existiendo. A su cenagosa existencia corresponde
también su idea sagrada, en la fraseología oficial y en la
hipocresía general. Allí donde la familia está realmente
descompuesta, como lo vemos en los medios proletarios, la idea de la
familia no existe en absoluto mientras que constatamos en ellos
propensiones a la vida de familia que se desprenden de relaciones
reales. En el siglo XVIII los filósofos destruyeron la idea de la
familia. puesto que, en los grados superiores de la civilización, la
familia verdadera comenzaba a desorganizarse, La unión interna de la
familia estaba destruida, lo mismo que lo estaban los elementos
separados que formaban la noción, a saber: la obediencia, la piedad,
la fidelidad conyugal, etc. Pero el cuerpo real de la familia, las
relaciones económicas, las particularidades, la cohabitación
forzada, las relaciones creadas por el nacimiento de hijos, por la
organización de pueblos modernos y por la acumulación de capital
permanecieron porque la existencia de la familia se hizo inevitable
debido a su ligazón con el modo de producción. Independientemente
del buen parecer de la sociedad burguesa" (Marx). "Mientras
menos desarrollado sea el trabajo, más restringida es la suma de sus
productos y por consiguiente, la riqueza de la sociedad",
escribe Federico Engels, (3)
"... y más predominante es el imperio ejercido sobre el orden
social por los lazos de sangre”. Esta noción de consanguinidad
descansa sobre las reglas instauradas en las relaciones sexuales.
Ciertas poblaciones asiáticas, a semejanza de lo que precedió al
sistema patriarcal monogámico, cuentan la descendencia por las
mujeres y no por los hombres: la línea femenina, indiscutible, es la
única legítima. En las tribus de Oceanía que visitó Margaret
Mead, a pesar de la práctica de la poligamia y haciendo cálculos
sutiles sobre el grado de parentesco, las mujeres compradas y
alimentadas por el hombre le pertenecen, lo mismo que los hijos.
El paso del derecho
matriarcal de la antigüedad al derecho patriarcal de la sociedad
burguesa es tanto el paso de la poligamia a la monogamia como la
creación de una unidad económica basada en la comunidad familiar y
no ya en el grupo, el clan o la tribu. Se encuentra un esbozo de esto
en la familia romana, donde el poder absoluto pertenece al padre; el
matrimonio griego consiste en un deber tanto hacia el estado como
hacia los dioses.
La procreación de niños
dentro de la familia protege, claro está, los lazos de sangre, pero
sobre todo los bienes por el derecho de los hijos a la herencia.
Puede decirse que la idea de la familia está completamente fundida
con la de propiedad -la familia no existe, no se realiza
verdaderamente más que para las clases poseedoras, pero hemos visto
que esta existencia era totalmente formal, y el matrimonio ideal,
aparentemente la unión de una mujer y de un hombre sobre una base de
igualdad, se convierte sobre todo en un contrato mercantil entre dos
representantes de intereses.
¿Está destinada la
familia a sobrevivir eternamente? La división del trabajo dentro del
marco de la sociedad capitalista muestra ya un debilitamiento cierto.
Diferentes etapas pedagógicas intervienen cada vez más: guarderías,
escuelas, patronatos", colonias de vacaciones. La educación de
los hijos ya no es exclusividad de los padres. Pero continúa
existiendo lo esencial, los hijos siguen siendo propiedad de los
padres. La sociedad socialista arremete contra esta noción:
"Cuando los padres
dicen 'mi hijo' o 'mi hija', no dan a esta palabra solamente su
sentido familiar, ella significa también el derecho de los padres de
criar a sus hijos a su 'antojo".(4)
A este derecho privado se oponen los deberes y los derechos de la
sociedad socialista. El niño no sólo pertenece a sus padres, sino
también a la sociedad gracias a la cual puede vivir. Y la sociedad
posee un derecho primordial y fundamental a la educación de los
niños."
La familia limita el
espíritu de los niños y por otra parte nada indica que los padres
sean los educadores que les harían falta: "de cada cien madres,
solamente una o dos son capaces de ser educadoras".
Bujarin y Preobrazhenski
deseaban la disminución del papel de la familia en su forma
burguesa, disminución necesaria desde un punto de vista económico
(las mujeres serian liberadas para la producción) y desde un punto
de vista emancipador (ellas podrían dedicar su tiempo a su cultura
individual); "ellas serían así exoneradas del embrutecimiento
de las tareas domésticas y de la infinita cantidad de ocupaciones
pueriles que entraña la educación familiar de los hijos."(6)
En la forma en que la conocemos, tres
elementos delinean a la familia:
-la definición legal, que remite al
código. civil: para ella, la familia es la cuna del estado, la
fuente y la base de la "gran sociedad civil";
-la definición social;
la familia es una sociedad restringida cuya finalidad es la
procreación y después la educación de una generación nueva. El
jefe de familia dispone de funciones esenciales. El padre es
todopoderoso. El divorcio está prohibido, el derecho de
primogenitura afirmado.
-la definición económica: la familia
está constituida por un individuo y las personas a su cargo.
En Francia, la familia
goza de un régimen legislativo e institucional autoritario y
patriarcal. inspirado en el derecho romano. parcialmente renovado por
el Código Napoleónico. Este régimen concede al padre todo derecho
sobre el hijo "tanto en relación a la sociedad como en lo que
se refiere al propio niño." Esta omnipotencia permite matices
para el legislador burgués que ha intentado introducir una
responsabilidad compartida de la madre en la vida familiar a medida
que su papel económico se extendía. En la práctica, la familia
parece ser sobre todo el grupo humano que vive en un mismo hogar. La
ayuda del Estado ha ampliado la definición social: la familia se
convierte en un grupo "constituido por un individuo y las
personas a su cargo", es decir que los lazos de sangre
desaparecen tras la unidad económica.
Tomando en cuenta el
papel asumido por el distribuidor de fondos, el jefe de familia
masculino deja de ser virtualmente indispensable a la familia y se
ven hogares de donde el hombre estará excluido, desempeñando el
Estado el papel de padre.
En una sociedad de
propiedad privada sobre los medios de producción, el niño, como
hemos visto, pertenece a sus progenitores. Esta idea de propiedad se
admite tanto, que aún los reformadores de la pedagogía no conciben
una educación que aceptara otra y no existen como pedagogos más que
en la medida en que toda su acción converge, de uno u otro modo, a
la de los padres. Ahora bien, el propósito esencial de la educación
familiar se desprende del principio de la dependencia de los hijos,
de su sujeción económica y de su reconocimiento afectuoso. Los
hijos pertenecen a los padres. Son su continuación. Los expresan,
los acaban, los completan. El encuentro entre la sociedad y la
familia se produce pues a este nivel, en la medida en que la familia
burguesa se edifica produciendo el estado burgués y en que éste
perpetúe aquella.
"La sociedad
organiza y garantiza la familia, la familia sustenta a la sociedad",
muestra al concluir su curso el Profesor Jean Lacroix: "Por
tanto, es necesario que exista algo del derecho vigente en la familia
y algo del amor vigente en la sociedad",
La familia es la base de
todo orden humano. Necesita de una armadura jurídica: "... Se
ve fácilmente que todo lo que concierne a la propiedad familiar, al
régimen de sucesión y en una palabra al contrato matrimonial -lo
que hay de contractual, es decir, de jurídico- dependerá en su
mayor parte del Estado, el cual trazará los marcos y los límites
dentro de los cuales podrá ejercerse la libertad de los esposos".
La sociedad se ata y se desata en la familia. Pero a condición de
sujetar el colectivo a "una cierta forma de lo sagrado":
"No hay comunidad
viable sin una especie de lazo naturalmente religioso". El lazo
conyugal es, en sentido hegeliano, moralidad natural y religioso.
Luego la familia mantiene con la sociedad civil relaciones estrechas
de piedad patriótica. "El culto de la familia y el culto de la
patria son una especie de religión natural que constituye la verdad,
parcial y limitada, del paganismo".
LA FAMILIA COMO
MORAL
El agente decisivo del
orden moral y social es el Estado. El Estado inspira el
comportamiento individual trasmitiendo el orden moral y social por el
respeto de su ley, por la organización de la vida social, de la
educación escolar, etc. Fruto de estas influencias, la familia
reproduce en el joven estos valores en la medida en que ella ha sido
reconocida apta para relevar al Estado.
La moral que concede la
clase dominante a través de su aparato institucional no puede ser
otra cosa que el medio de establecer su dominación. Por eso la
familia tiene, ella también, misión de orden desde que ella existe,
en tanto que familia, dentro de los límites que le son impartidos.
Ella no sabría concebirse de modo diferente, ya que su dimensión
social le esta fijada de antemano. La religión vendrá a dar una
dimensión intemporal a un ordenamiento perfectamente humano. El
orden celestial o, digamos, los valores espirituales mostrados como
ejemplos, reflejarán la imagen de un orden terrestre que se sugiere
como inmutable. A tal punto que pronto ya no se sabrá sí son los
hombres los que han concebido las instituciones o son las
instituciones las que han concebido a los hombres. Defensa de la
propiedad privada, respeto de las leyes que la protegen, sumisión
social, todo se mezcla estrechamente. Los gobiernos cambian. Las
relaciones sociales permanecen absolutamente idénticas. El orden
aparece como definido de una vez por todas y puesto que él ofrece, a
pesar de todo, cierta cohesión -los individuos comen, las máquinas
giran-, señala como contrapartida todo lo que amenazaría su
tranquilidad. Es así como se entiende el desorden: un replanteo de
los mecanismos fundamentales. Este puede ser el desorden de las
ideas, de las costumbres, de los actos.
La familia actúa como
reproductor del orden en tanto que existe como familia. Es decir,
núcleo humano sumiso, "cuna del Estado, la fuente y la base de
toda la sociedad civil": grupo ordenado y ordenador. Luego, ella
se enfrenta a dos tipos de contradicción.
El joven que pertenece a
una familia burguesa descubre que no son los valores mismos los que
afirman la autoridad de la clase burguesa sino el papel de ésta. El
rango social, según su importancia, tiene accesoriamente en cuenta
estos valores.
El joven salido de la
clase obrera o bien los acepta y acepta su condición de explotado
percibiéndola como ley ineluctable o bien toma conciencia de lo que
ella encubre y enjuicia a una· educación que quiere enmascararle lo
esencial.
En los dos casos, los valores
familiares tipo aparecen como un engaño, un artificio inútil o una
mentira.
No hay duda de que los
conflictos sociales, las guerras hayan precipitado aún más este
hundimiento. El pretenso buen derecho, la justicia no logran ya
enmascarar lo arbitrario. Las estructuras de las sociedades
burguesas, causa de estos trastornos, no cambian mientras tanto.
Ellas continúan destilando una moral idéntica como a su vez lo
hacen todos los eslabones sociales.
LA FAMILIA COMO
ORDEN: AUTORIDAD Y LIBERTAD
La desintegración de la
familia abre la puerta a las influencias exteriores, específicamente
a los medios masivos de información, y "a los educadores
profesionales. Los medios de información tienden a nivelar los
comportamientos. Los magazines, las llamadas revistas familiares,
ofrecen sus consejos pedagógicos. Existen para ellos "casos"
y soluciones tipo de valor universal y sus respuestas son
igualadoras.
Al contrario, la
influencia de los educadores profesionales es personalizada. Se
ejerce de doble manera: a través de los niños que una vez fueron
los adultos; en la educación que los educadores proporcionan en lo
sucesivo a los hijos de estos adultos. Estas dos influencias pueden
oponerse. En la familia se puede concebir igualmente una discordancia
del comportamiento con respecto al niño, actuando uno de -los
protagonistas como censor del niño, y el otro, como cómplice.
Además de su aspecto económico, el matrimonio entre individuos
salidos de un medio social idéntico acarreaba una identidad de
comportamiento que podía desembocar en la unidad de los valores
familiares. El roce social -muy relativo-, la dispersión profesional
que implica la diversidad de las frecuentaciones introducían a veces
la ruptura de las actitudes de los padres.
Esta ruptura puede
sobrevenir igual· mente por una incomprensión del desarrollo del
niño. Así, en las familias en las que durante la niñez se ejercía
la vigilancia sin descanso sobre el niño, al que se juzga totalmente
irresponsable, las relaciones se liberalizarán para el adolescente
considerado como adulto. O, a veces, lo contrario: la joven, antes
dueña de si misma deberá rendir en detalle cuenta regular de su
empleo del tiempo.
Es raro que los padres
vean, más allá de las transformaciones de la edad, al mismo niño
que reacciona de manera similar. Sin tener conciencia, ellos dudan
del valor de su educación; modificando su comportamiento.
Los métodos empleados pueden
ordenarse en dos corrientes principales:
-de inspiración
autoritaria,
-de inspiración
liberal.
La educación
autoritaria parte de la noción del adulto todopoderoso (generalmente
el padre). Esa educación considera una especie de lucha en que se
oponen los padres y los hijos, debiendo los segundos ceder
necesariamente ante los primeros. La iniciativa personal, la
autonomía de acción son objeto de sospecha. El adulto inculca los
ideales familiares. religiosos, los ideales que él había hecho
suyos anteriormente. No hay lugar para que él los vuelva a poner en
duda, ni tampoco hay lugar para justificarlos.
Más allá del aspecto
ideológico, las cosas son así; puesto que son así, aceptémoslas
como son, se encuentra también, en este comportamiento, un rechazo
de la infancia. Ella no existe más que en el devenir requerido por
la sociedad. La infancia debe plegarse totalmente a la sociedad. El
adulto-caporalista refleja la imagen de un orden social que reprime
al individuo. El niño es más débil que el adulto; obedece. El más
débil obedece al más fuerte. A su vez, cuando él poseyere una
porción de poder, impondrá sus propias exigencias a los más
débiles. Por otra parte, él no llegará a ser realmente adulto sino
después de haber aceptado esta dominación. El método es realista.
Las jerarquías soportadas todos los días no experimentan oposición
alguna. Aquí el poder del adulto no se detiene ante matices. Es
monolítico. Se pueden descubrir, por supuesto, las transferencias
que autoriza. La familia es una ocasión para la catarsis. El
Padre-Amo encuentra en fin una sociedad que le permite realizarse,
que gira en torno de él.
La educación
autoritarista goza generalmente de una reputación lisonjera. Los
jóvenes son dominados. Eran dóciles: helos aquí condicionados. .
El liberalismo del cual
quiero hablar se inscribe en el polo opuesto del autoritarismo. El
liberalismo no niega la personalidad del niño. La sobrestima. Para
permitir que figure desde ahora como adulto, el adulto finge ver al
niño ya adulto. Esta pedagogía inflacionista tiene numerosas
razones para desarrollarse. Razón material en las familias en que el
padre y la madre trabajan. El hermano y la hermana mayores desempeñan
por delegación, y a horas fijas, el papel de padres. Ellos se arman
de la autoridad que se les ha descargado sobre sus espaldas y la
ejercen sobre los más jóvenes. El liberalismo ”en cascada"
es relativo.
Hay otra razón
material: que el niño se haga cargo de sí mismo permite. a los
padres liberarse por un tiempo de su responsabilidad familiar. Por
otra parte, esta preocupación puede llevar a la actitud inversa: se
confía el niño a una institución especializada, y con respecto a
esto, es sabido que los niños-problema plantean finalmente menos
problemas que sus padres.
La elección deliberada
y sin presión material implica una idea justa. La multiplicación de
experiencias ofrece al joven ocasiones de renovar su campo de
conocimientos, pero allí se encuentra también a veces la abdicación
del educador angustiado por tener que resolver situaciones que domina
imperfectamente. Los padres-amigos, con la mayor frecuencia, son
padres que han rehuido su función de padres. O que fingen vivir
todavía en su adolescencia. Su renunciación equivale a una
abdicación del papel del adulto. Creyendo borrar las restricciones
de la educación ellos contribuyen finalmente a hacerlas pesar más
sobre un niño incapaz de comprenderlas. El niño solo nada domina:
es dominado...
Entre el liberalismo y
el autoritarismo, la educación ideal en una sociedad que no lo es
oscila constantemente entre dos polos opuestos. Considerarla como un
medio no significa nada. La educación se plantea un objetivo y la
familia concibe su papel en función de su propio objetivo. Pero uno
puede imaginar las constantes: por ejemplo, pertrechar a los jóvenes
de manera tal que puedan actuar conscientemente.
En educación como en
otras cosas la libertad refleja de modo natural a la sociedad. El
educador no tiene que aparentar ofrecer algo de que no dispone. Al
contrario, él puede definir, en un marco cuyos límites conoce, el
margen de autonomía que es suyo y ofrecerlo al joven. La libertad es
aquí la posibilidad de elegir. Pero además es necesario, para que
se ejerza plenamente esa posibilidad de elegir, que nazca el
sentimiento de esta eventualidad. Un niño liberado así mismo no
siente su situación como nacimiento del sentido de responsabilidad
sino como un abandono.
La educación cultiva la
actividad de aquel sobre el cual quiere ejercerse. Ella reclama su
parte. Gradualmente, según las disposiciones y las experiencias de
cada niño, en una progresión que le permite a éste' extenderse en
toda ocasión, ella lo prepara para la autonomía en la misma medida
en que se eclipsa la educación.
Desde su nacimiento, se
instaura entre el niño y el adulto una serie de intercambios cuyo
objetivo esencial es permitir al niño un florecimiento que el adulto
quiere que sea total. Este diálogo favorece todo lo que rechaza la
tutela del adulto, su sola tutela. El conflicto de generaciones. el
"eterno combate" entre jóvenes y viejos desaparece.
Sin duda, como en otras
cosas, el niño puede rehusar la intervención del adulto. Sin entrar
demasiado en detalle se sabe que el niño aprende a discernir lo
arbitrario de lo necesario, que él sabe descubrir aquello que los
distingue. La firmeza de la que dan muestra los padres, sea a
propósito del comportamiento social, sea a propósito de las normas
de vida, proporciona el límite de esta libertad a la cual yo hacía
alusión. Ella no es siempre aceptable para el joven porque ella se
inscribe dentro de un determinismo social que los padres no
remontan.. Su propia autonomía es toda relativa. Más hacer también
tomar conciencia parece ser el paso más eficaz.
LA FAMILIA: LOS
PADRES, MODELOS DE VIDA SEXUAL
Las relaciones estrechas
que, en las sociedades patriarcales basadas en la monogamia, existen
entre padres e hijos hacen de los primeros el ejemplo permanente para
los segundos, de la vida de una pareja. Se les hace así un lugar
preeminente a un hombre y a una mujer; mas no como hombre ni como
mujer. El padre simboliza la autoridad, la fuerza; la madre, la
bondad, el afecto. Sus niños no imaginan que puede haber entre ellos
relaciones sexuales. Sólo imaginarlo constituirá, para los
adolescentes, durante largo tiempo un pensamiento perturbador. El
matrimonio va a aparecer, en consecuencia, como una comunidad
doméstica, como una asociación agradable y amistosa, pero donde la
vida material, comer y hacer comer a los niños, ocupa el lugar
esencial. El descubrimiento de las funciones sexuales se hará
empíricamente, al azar, inflado con todas las leyendas, confundiendo
lo verdadero y lo falso. El disimulo de los adultos tendrá por
efecto vincular la sexualidad con el misterio. Habiendo sido
obtenidas las primeras informaciones por los encuentros con otros
jóvenes; con jóvenes del sexo opuesto, se operará una distinción
entre la actitud sexual de los adultos y las de los jóvenes. Habrá
de una parte: el matrimonio, con los hijos como perspectiva, es
decir, la familia; de otra parte: las amistades ocasionales, las
aventuras amenazadas por los riesgos que se corren.
Una multitud de nociones
fragmentarias asediará durante largo tiempo el espíritu del joven.
El descubrimiento furtivo del acto sexual será causa de angustias.
Ese descubrimiento creará cierta repulsión y cierto terror; el
conocimiento será culpable, amenazado por diferentes tabúes,
diferentes temores.
Los hombres y las
mujeres de las revistas ilustradas, de los magazines de las
películas, las modas de los vestidos hacen gala de una sexualidad
diferente, tolerada. Ella exhibe los abrazos, las caricias, las
miradas, los tocamientos, los besos, todo salvo lo esencial: las
relaciones sexuales. Naturalmente que es ésta la "sexualidad"
que los jóvenes serán invitados a hacer suya. Y la existencia de
esta sexualidad desviada que transfiere la energía sexual a las
vestimentas, a las actitudes, a los roces, satisfaciéndola mediante
una excitación epidérmica, aunque condenada a los infiernos por los
defensores del monopolio conyugal, sirve a estos últimos más
eficazmente que el puritanismo más dulcificado. El simulacro excita
los espíritus. Compensa las insatisfacciones. Sobrevalora el acto
vinculado al matrimonio, realización de las aspiraciones profundas,
aunque vuelto hacia la familia.
La concordancia de los
mitos desarrollados en torno a la mujer-madre tiene como corolario la
preservación de su virginidad,"la noche de bodas debe ser al
mismo tiempo la noche de donde nacerá el hijo y por la cual la
frustración tendrá su fin. Todo se confunde: la sexualidad y la
efectividad hasta entonces distintas. Pero no habiendo podido separar
anteriormente lo que sobresalía del afecto quizás momentáneo de lo
que concernía solamente al deseo físico sublimado por estar
insatisfecho, la noche-apoteosis podrá señalar tanto un cenit como
un ocaso.
Los jóvenes descubrirán
poco a poco diversas morales: una por sexo, otra por clase social.
Descubrirán que existe valores morales religiosos basados en el
miedo o impuestos por el chantaje efectivo. Que si el comportamiento
social los contradice, se acomoda a ellos. La autorrepresión sexual
inculcada desde la niñez, combinada con los riesgos de la
fecundación, pesa sobre su comportamiento. Y se verá llevada a
hacer suya actitud común. Actitud que, si. excluye la desfloración
por un tercero de las mujeres con las que hay el propósito de
casarse, no rechaza las aventuras con otras. Actitud que ve en el
matrimonio de conveniencia la fachada social de una doble vida. De
todas maneras la mujer es la perdedora. Los jóvenes aprenderán esta
desigualdad. Para las muchachas, un consuelo: la mujer es la base de
la familia; la madre es la guardiana de los valores conyugales.
Contra las amenazas del
sexo, "... entre todos los instintos, el más violento... en
razón misma de su violencia, ...puede ser una fuente de
desintegración social y de anarquía", contra la licencia
sexual que ”...se halla con la mayor frecuencia en el origen del
desarrollo mental y moral de los individuos, como de los pueblos"
la institución familiar, protegida por la mujer, rinde un señalado
servicio a la sociedad. En resumen, "moralizar y disciplinar el
instinto sexual". La institución familiar ordena el vínculo
sexual en la perspectiva de la propagación de la especie y del
"desarrollo espiritual de las personas" .
He aquí pues los
fundamentos de una. moral que rigen la vida sexual. Esta moral es
inculcada desde la niñez y marca tanto más al joven cuanto que ella
no encuentra entonces resistencia alguna.
No siempre se comprende
por qué la educación religiosa, que se imparte a los niños muy
pequeños, condiciona que ellos se aparten más tarde de ella en
cierta medida. La hechura de los espíritus determina hasta los
mecanismos más simples: el maniqueísmo de los primeros años se
enriquecerá con los progresos filosóficos, pero sin volver a
cuestionar lo esencial.
Aceptada por todo
individuo. la moral interioriza también el orden establecido,
integra este orden con la conciencia del joven, quien pronto la
reproduce mecánicamente. Termina por aparecer como su expresión
propia, como una parte de su personalidad. El joven elige ser
diferente de los demás, según cree, mas esta' diferencia no hace
.sino traducir, diversos grados de percepción de la represión. En
esta situación, por otra parte, la sociedad, puede de aflojar sus
restricciones. El guardián, de la sociedad es el individuo mismo. La
censura ha llegado a ser autocensura. (MARCUSE)
____________
1.
Desarrollada por el equipo de David Riesman, en el libro publicado
bajo su nombre The Lonely Crowd. 1948, La foule solitaire
(La multitud solitaria), Arthaud 1964, p. 29, 30, 45, 108.
2.
J. H. DE HASS, J. F. DE WIJN: "El desarrollo biológico del
adolescente", Enfance, 1958, número 4-5, p. 315-327
3.
Prefacio de El origen de la familia, de la propiedad privada y del
estado.
4.
Nikolai BUJARIN, Evgueni PREOBRAZHENSKI: El ABC del Comunismo.
escrito en 1919, reeditado en 1963, ediciones Francois Maspero,
colección Biblioteca socialista, p. 228, 229.
5.
D. RIAZANOV: Comunismo y matrimonio, reeditado en 1967,
ediciones Maspero. El autor indica que la nueva ley soviética de
registro de los matrimonios se promulga en interés del estado y de
la sociedad. en un periodo de transición "en que la sociedad
evoluciona hada el socialismo" pero que bajo el régimen
socialista "nos liberaremos de toda una serie de normas
jurídicas y de las otras". D. RIAZANOV defiende el registro de
los matrimonios "con la plena libertad de divorcio" (p. 26,
27, 2R). Una de las primeras medidas tomadas por la Revolución de
Octubre de 1917 fue la de anular todas las antiguas leyes
concernientes al matrimonio. Los decretos del 18 de diciembre de 1917
instituyen la libertad de divorcio; el del 20 de diciembre no
reconoce en adelante la validez de los matrimonios religiosos. El dos
de diciembre de 1920 entra en vigor un primer código de la familia;
completado, este decreto desemboca en el Código de 1927, el cual
reconoce dos especies de matrimonio: matrimonio de hecho y matrimonio
registrado. En el matrimonio registrado los cónyuges pueden
decidirse por un apellido común, por el del marido o el de la mujer.
Ver: La familia y el matrimonio en la concepción materialista de
la historia y el derecho soviético. A. STERN. Facultad de
Derecho de la Universidad de Ginebra, 1947.
6.
“Famille et cité” (Familia y sociedad). Cahiers de l´Institut
de Psychologie et Pédagogie, número 1. P.U.F. 1944 p.47-48. El
señor Jean LACROIX era entonces profesor de filosofía.
7.
Cahiers de l´Institut de Psychologie et Pédagogie,
obra citada, p.37-38
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