Checoslovaquia, capitalismo y socialismo

Universidad negativa | 9:07 | 0 comentarios


Por Paul M. Sweezy. Escrito el 15 de septiembre de 1968.
Digitalizado de Algunos problemas actuales del socialismo. Sweezy, Bettelheim. Siglo XXI. 1973.

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Dubcek y Brezhnev

Los rusos justifican su invasión de Checoslovaquia aduciendo que estaba en desarrollo una situación contrarrevolucionaria y que, sin su intervención, Checoslovaquia habría regresado al capitalismo y se habría integrado en el campo imperialista. Esta misma postura, respaldando la invasión, ha sido defendida también por otros elementos de la izquierda internacional, y en particular por Fidel Castro, hablando en nombre de la vanguardia revolucionaria cubana.
En cambio, la mayor parte de la izquierda en los países capitalistas desarrollados ha defendido lo que podríamos considerar como la tesis contraria, según la cual Checoslovaquia estaba dirigiéndose hacia una auténtica forma de socialismo democrático, no teniendo la intervención soviético nada que ver con el capitalismo ni con el socialismo, y estando, por el contrario, encaminada a detener el proceso de democratización, considerado como una amenaza para el gobierno autoritario de los partidos comunistas en todo el bloque de Europa Oriental.
El punto más débil de la argumentación rusa es la afirmación de que se estaba desarrollando una situación contrarrevolucionaria; por el contrario, con las populares reformas de los últimos ocho meses, el sistema vigente se había fortalecido y estabilizado considerablemente. Las reformas se limitaban en gran medida a la superestructura política del sistema y no modificaban en modo alguno sus características básicas. El peligro no provenía, por tanto de una contrarrevolución, sino de un Congreso del Partido Comunista Checoslovaco, que habría ratificado las reformas y establecido firmemente el poder a la dirección que las había promovido. Estas circunstancias proporcionan indudablemente una base sólida a la tesis de que eran esas reformas el objetivo contra el que se apuntaba la invasión soviética; y en efecto, nada de lo ocurrido a partir del 21 de agosto contradice esta interpretación.
Sin embargo, el hecho de que se tratara de fortalecer el sistema existente y no de modificarlo, no significa que Checoslovaquia no estuviera dirigiéndose hacia el sistema capitalista. Por el contrario, la tendencia hacia el capitalismo es intrínseca al actual sistema; el control de la gestión de la empresa desde la propia empresa, la coordinación a través del mercado y el recurso a los incentivos materiales, son tres factores que, combinados, desencadenan inevitablemente una fuerte tendencia hacia un orden económico que, llámesele como se quiera, cada vez se asemeja más al capitalismo.
Algunos marxistas sostienen, ciertamente, que una sociedad no puede ser considerada capitalista en tanto que no se halle explícitamente legalizada la propiedad privada de los medios de producción. Así, por ejemplo, en una declaración de la IV Internacional, rebatiendo la postura de Castro sobre Checoslovaquia, se afirma categóricamente que “el peligro de un establecimiento del capitalismo... sólo puede provenir de fuerzas sociales con suficiente capacidad de organización como para restablecer por la fuerza el sistema de propiedad privada capitalista” (Interncontinental Press, 16 de septiembre de 1969, pág. 766). Pero de este modo se confunden los conceptos jurídicos y las verdaderas relaciones de producción. Cuando las empresas son dirigidas por pequeños grupos, cuyo objetivo es la maximización de beneficios en la producción de bienes de mercado, se tiene ya lo esencial de las relaciones de producción y de las relaciones de clase propias del capitalismo. En su momento se desarrollarán las formas jurídicas adecuadas, aunque en razón de los antecedentes históricos, probablemente no se llegue a designar nada bajo la etiqueta de “propiedad privada”. Y esto no sería, por lo demás, simplemente una fraude ideológico; recordemos lo que Marx escribió hace más de cien años sobre las sociedades anónimas:

“El capital, que descansa de por sí sobre un régimen social de producción y presupone una concentración social de medios de producción y fuerzas de trabajo, adquiere así directamente la forma de Capital de la sociedad (capital de individuos directamente asociados) por oposición al capital privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales por oposición a las empresas privadas. Es la supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del mismo régimen capitalista de producción”1.

Si ya con el nacimiento de las sociedades anónimas el antiguo y preciso concepto de propiedad privada individual se hizo tan complejo, su complejidad se ha acrecentado aún más hoy, en la era de las sociedades multinacionales y de la propiedad estatal en gran escala. Por ejemplo, tanto en Italia como en Francia, el Estado, directamente o a través de empresas estatales, es dueño de gran parte de los medios de producción; esto constituye indudablemente todavía una forma de propiedad capitalista, aunque no ya bajo la forma de propiedad privada. Es razonable presumir que en el futuro surgirán otras nuevas formas de propiedad capitalista.
Es cierto que en Checoslovaquia las tres características mencionadas distan mucho de encontrarse plenamente desarrolladas; el sistema es todavía una mezcla de lo que a menudo se denomina “socialismo de mercado”2 y de este tipo de planificación administrativa centralizada que tuvo sus orígenes en la Unión Soviética durante el periodo stalinista, y que fue exportada a los demás países del bloque soviético después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero lo esencial no es la composición exacta de la mezcla, sino la dirección en la que el sistema se mueve, y respecto a ello no cabe duda de que: a) el peso de los elementos de mercado ha ido aumentando en los últimos cinco años, al menos, y que b) uno de los objetivos de las reformas liberalizadoras de los últimos ocho meses ha sido eliminación de los obstáculos que entorpeciesen una más amplia evolución de la economía checa hacia un sistema de mercado3. No es accidental el hecho de que una de las figuras más destacadas e influyentes del último periodo haya sido el profesor Ota Sik, nombrado primer ministro bajo el régimen de Dubcek. Exceptuando el economista soviético Liberman, Sik es tal vez el más famoso teórico y defensor del socialismo de mercado, y fue el principal autor del programa de reformas que se adoptó y comenzó a aplicarse parcialmente en 1964.
Si queremos saber a dónde conduce el camino tomado por Checoslovaquia, hemos de examinar el caso de Yugoslavia, que es el país que más lejos ha llegado en la línea del socialismo de mercado. El viraje de Yugoslavia hacia la economía de mercado se remonta a su ruptura con la Kominform de 1948, lo que nos proporciona una experiencia de veinte años y no de cinco solamente, como en el caso checo.
Hemos de admitir que hasta el momento han sido más bien los observadores capitalistas, y no los socialistas, los que han demostrado mayor capacidad para informar con precisión sobre los acontecimientos acaecidos en Yugoslavia, y para extraer las conclusiones necesarias, el New York Times publicaba el 19 de agosto de 1968, en su página financiera, el siguiente texto remitido desde Belgrado:

“El capital occidental ha establecido una base importante en Yugoslavia y está contribuyendo a transformar lo que era sólo un país esencialmente agrícola en un nuevo estado industrial.
Inversiones de empresas tan distintas como la Fiat, el gigante del automóvil italiano, y Printing Developments Inc. De New York, sucursal del Time Inc., representan a la vez las insaciables demandas de capital para nuevas inversiones y los conscientes designios de un Estado comunista de aceptar una economía de mercado, junto con la mayor parte de sus consecuencias.
De conversaciones habidas con funcionarios de Belgrado especializados en asuntos económicos, se desprende la firme convicción de que este camino será seguido por otro país de Europa Oriental.
Según su parecer, Yugoslavia es una experiencia piloto para los países del Este y un escaparate para el capital occidental. Las compañías occidentales con base en este país gozarán de enormes ventajas competitivas una vez que le hayan abierto otros mercados en la Europa del Este.
Continuado el proceso de reformas que ha transferido del Estado a las empresas mismas la dirección de éstas, e introducido el régimen de mercado libre y el estímulo de la ganancia, Yugoslavia ha promulgado hace un año una ley igualmente revolucionaria, orientada a atraer el capital extranjero.
Esta ley fue aprobada pese a la gran oposición que encontró entre aquellos que temían que el capital occidental dominará los sectores clave de la economía.
Previniendo tal eventualidad, se ha prohibido que la participación del capital extranjero sobrepase el 49 por 100 en cualquier empresa yugoslava.
Las empresas yugoslavas son dirigidas por los mismos obreros por medio de Consejos de trabajadores, que a su vez designan una Junta de especialistas -contable, ingenieros de producción...- para dirigir su fábrica.
Al principio, las empresas extranjeras oponían recelos a su participación, porque pensaban que su posición minoritaria no les permitiría ningún control directo sobre sus inversiones.
En seminarios organizados en este país para empresarios occidentales, los funcionarios yugoslavos se han esforzado en mostrar que existen vías para esquivar esta dificultad; como, por ejemplo la de confiar al inversor extranjero el control de los costes de producción.
Se permite que los extranjeros transfieran los beneficios fuera del país, a condición de que dejen un 10 por 100 en depósito en un Banco yugoslavo; igualmente pueden vender su participación a otras compañías extranjeras, siempre que la oferta sea hecha en primer lugar a la compañía yugoslava.
Esta ley ha producido ya resultados sorprendentes. Fiat, que está proporcionando actualmente tecnología y gran parte del material a una gran fábrica de automóviles soviética, invirtió 10 millones de dólares en una empresa yugoslava, Crvena Zastava (Bandera Roja), que fabrica coches Fiat bajo licencia.
American Company, según información publicada en este país, se ha asociado con Beogradski Graficki Zavod (Compañía Gráfica de Imprenta de Belgrado) para imprimir en color utilizando un nuevo equipo de procesar especialmente rápido, importado de los Estados Unidos.”

Naturalmente, se puede decir que todo esto se refiere a Yugoslavia y no prueba que Checoslovaquia esté siguiendo el mismo camino; realmente, sin duda, sería imposible aportar pruebas suficientes para convencer a quienes han adoptado ya otro punto de vista. El análisis de la realidad social siempre se ve complicado por el hecho de que las tendencias que surgen, aunque en un futuro lleguen a ser predominantes, tienen un comienzo insignificante y pueden, por ello, ser ignoradas o menospreciadas por quienes hayan decidido se antemano ignorarlas o menospreciarlas. Lo que podemos afirmar es que Checoslovaquia ha dado más de un paso en el camino iniciado por los yugoslavos, y que en los meses precedentes a la invasión había indicios claros de una aceleración en dicho sentido. Ya se habían negociado acuerdos con empresas extranjeras para construir fábricas en Checoslovaquia (por ejemplo, el trust italiano del petróleo, ENI, está construyendo una fábrica de industria química en Checoslovaquia, según informaba el Bussiness Week en su número del 31 de agosto). Se congregaban en Praga tantos empresarios extranjeros que estaba normalmente reservado por lo menos un hotel casi exclusivamente para ellos; y tanto en Praga como en los centros financieros occidentales circulaban insistentes rumores -aparentemente bien fundados- de que se estaba negociando un crédito de 500 millones de dólares para facilitar la importación de Occidente de los bienes de equipo y las técnicas más modernas. Tal vez todo esto no sea significativo, o tal vez las consecuencias de abandonarse a un sistema de mercado y de desarrollar relaciones cada vez más estrechas con los países capitalistas dé lugar en Checoslovaquia a algo diferente de lo que se ha producido en Yugoslavia. Es posible pensarlo así, pero hasta ahora no sé de ningún argumento de peso que pueda abonar tales conclusiones.
Debemos señalar que no se deduce de esto que los reformadores checos -ni siquiera los yugoslavos- se estén dirigiendo deliberadamente hacia el capitalismo, o que estén adoptando una actitud hipócrita y falsa cuando dicen que se esfuerzan por lograr un socialismo democrático. El marxismo nos enseña a juzgar a las personas no por sus intenciones, sino por sus actos y las consecuencias probables de sus actos. Lo que afirmamos es que cuando se fortalece el sistema de mercado en vez de luchar contra él, se está independientemente de las intenciones, promoviendo el capitalismo y no el socialismo4.
¿Puede deducirse de lo anterior que fue el hecho de que Checoslovaquia estuviese dirigiéndose hacia el capitalismo la causa de la intervención soviética? En modo alguno; la verdad es que todo el bloque de Europa Oriental, incluyendo la Unión Soviética, ha seguido, y sigue el mismo proceso que Yugoslavia y Checoslovaquia. Ese es el verdadero significado del movimiento de reforma económica que en distintos grados y con distintos ritmos ha implicado a todos los miembros del bloque. En todas parte el antiguo sistema de centralismo burocrático se estaba enfrentando con crecientes dificultades -apatía general, productividad decreciente y estancamiento económico era, entre otros, los síntomas, manifiestos en todo el área, de una crisis inminente-. Dos respuestas eran posibles: la primera respuesta podía ser una revolución cultural, en el sentido específico que los chinos han dado a este término; una campaña general para movilizar a las masas, elevar el nivel general de conciencia política, revitalizar los ideales socialistas, y responsabilizar de un modo creciente a los propios obreros de las decisiones a todos los niveles. La otra respuesta consistía en confiar cada vez más en el régimen de mercado y en el estímulo de las ganancias. Por razones que se remontan a la historia de la Unión Soviética y del Movimiento Comunista, no existía partido ni grupo capaz de poner en práctica la primera alternativa. Por tanto, la segunda vía fue adoptada, no porque las burocracias tuvieran especial preferencia por los métodos capitalistas, sino porque no veían otra forma de mantener su poder y sus privilegios. El precio que deberán pagar, les guste o no les guste, sean o no conscientes de ello, es el colocar a sus países en el camino de retorno hacia sociedades esencialmente capitalistas.
Fidel Castro, en su discurso del 23 de agosto sobre la invasión de Checoslovaquia, decía, refiriéndose a un artículo de Pravda:

“El artículo dice así: “El PCUS perfecciona constantemente el estilo, las formas y métodos de la construcción del partido y del Estado -resalta Pravda-. Esta misma labora se lleva a cabo en otros países socialistas; se lleva a cabo con tranquilidad, partiendo de los fundamentos del sistema socialista”.
Pero es muy interesante este señalamiento, Dice: “Por desgracia, fue sobre otra base que se desenvolvió la discusión sobre las cuestiones de la reforma económica en Checoslovaquia. En el centro de dicha discusión fue presentada, por una parte, la crítica global de todo el desarrollo precedente de la economía socialista; por la otra, la propuesta para sustituir los principios de planificación por relaciones mercantiles y espontáneas, concediendo un amplio ámbito de acción al capital privado.”
¿Acaso esto significa que en la Unión Soviética van a poner también freno a determinadas corrientes que en el campo de la economía son partidarias de poner cada vez más el acento en las relaciones mercantiles y en los efectos de la espontaneidad en esas relaciones? ¿A esos criterios que incluso han estado difundiendo la vigencia del mercado y el efecto beneficioso de los precios de ese mercado? ¿Significa que se toma conciencia en la Unión Soviética de la necesidad de poner un freno a esas corrientes? Puesto que existe más de un artículo de la prensa imperialista donde con júbilo hablan de esas corrientes que se han hecho también presentes en el seno de la Unión Soviética”.

Me atrevería a decir que Fidel sabe tan bien como cualquiera que el artículo en Pravda trataba de marcarse un tanto y no de señalar un cambio fundamental en la política soviética. El hecho es que las decadentes burocracias del bloque soviético han ensayado el único tipo de planificación centralizada que pueden concebir y han comprobado que ésta no satisface las necesidades y expectativas de sus pueblos. No tienen otra alternativa que volver de nuevo a los métodos del capitalismo; y al hacerlo así han entrado en un callejón sin salida que, por muy largo que sea, sólo puede tener un destino.
No, la invasión soviética de Checoslovaquia no trataba de controlar el viraje iniciado hacia el capitalismo. Este viraje se ha producido en ambos países y seguirá produciéndose mientras no ocurra algo mucho más drástico que un programa de reforma liberal como el que ha conocido Checoslovaquia en los últimos ocho meses. Lo que temían los dirigentes de la Unión Soviética -y tenían todas las razones para temer- era la doble amenaza que se cernía sobre sus intereses personales y sobre los intereses del estrato gobernante nacional que ellos representan.
La amenaza a sus intereses personales era clara. Las reformas liberalizantes en Checoslovaquia resultaban extremadamente populares en el país, por razones obvias. Si uno ha permanecido encarcelado mucho tiempo, su primer objetivo no es cambiar el sistema, sino salir de la prisión. Esta era esencialmente la situación del pueblo checoslovaco: ante todo querían salir de la prisión y esto significaba deshacerse del régimen de Novotny con todos sus rasgos represivos y repugnantes. Lo lograron con sorprendente facilidad. Insospechadamente, el partido comunista se hizo eco del sentir popular; los dirigentes fieles a la antigua línea fueron cogidos por sorpresa y tuvieron que abandonar el poder sin ocasión siquiera para presentar batalla. Para los gobernantes de la Unión Soviética y de los otros países del bloque, cuyos pueblos permanecen también encarcelados (y en el caso de la Unión Soviética desde hace mucho más tiempo), esto no podía dejar de ser un ejemplo aterrador. Si Novotny y los suyos podían ser expulsados sin ninguna ceremonia, lo mismo podía ocurrirles a ellos. Desde su punto de vista era por tanto esencial, no sólo estrechar el control en sus propios países, sino demostrar también que Checoslovaquia no quedaría después de todo impune. Desde su punto de vista, esta sola consideración era probablemente suficiente para justificar la invasión.
Pero había otra razón que afectaba de manera especial a los dirigentes soviéticos, dada la posición dominante que ocupan en el conjunto del blque. Al aumentar la importancia del sistema de mercado en el área, crece también la atracción ejercida por las economías de mercado de Occidente, más poderosas en este terreno. Una vez que los conceptos de beneficio y eficacia han sido promovidos en los niveles de empresa y fábrica, al status de valores supremos, es inevitable que la administración de las empresas busque una relación más estrecha con quienes dominan y saben poner mejor en práctica estos valores. En esta situación forzosamente ha de aumentar la demanda del comercio, de tecnología, de financiación y, finalmente, de inversiones de los países capitalistas desarrollados. Yugoslavia es un claro ejemplo de este proceso y de cómo dicho proceso conduce al país más débil a someterse progresivamente al dominio del más fuerte. Si consideramos al bloque en su conjunto, todo lo anterior significa la formación de fuerzas centrífugas muy poderosas que, si no son controladas, darán lugar a un proceso acelerado de desintegración. Sin duda, para la capa gobernante en la Unión Soviética esto representa un grave peligro. El bloque ha sido estructurado económica, política y militarmente para servir a aquel grupo y a sus intereses nacionales.
Se les ha asignado, por ejemplo, a Checoslovaquia y a Alemania Oriental, por ser regiones industriales relativamente desarrolladas, actividades económicas adecuadas a las necesidades de la economía soviética. (En qué medida estas relaciones son también de explotación, es una cuestión importante, pero no crucial, para el problema que ahora estamos tratando.) Es obvio que los dirigentes soviéticos consideran vital para la seguridad militar el mantenimiento del Pacto de Varsovia. En estas circunstancias es fácil comprender por qué los hombres del Kremlin están dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para mantener unido el bloque. Y, dado que su poder político y económico está siendo constantemente erosionado y ya no basta para realizar esta tarea, se han visto obligados a recurrir abiertamente al empleo de la fuerza armada.
En último análisis, la invasión de Checoslovaquia fue prueba de la debilidad soviética frente a la creciente crisis de todo el bloque. ¿Puede tener éxito esta medida? A corto plazo sin duda. El proceso de liberalización de Checoslovaquia ha sido frenado y puede ser detenido completamente por cierto tiempo; se han controlado las fuerzas centrífugas que tendían a desintegrar el bloque. Pero a largo plazo, la fuerza militar es absolutamente incapaz de enfrentarse con los problemas económicos y políticos. Fueron estos problemas los que provocaron la crisis y sin duda provocarán nuevas y mayores crisis en el futuro.
Mientras tanto, el comunismo ortodoxo orientado por Moscú ha sufrido un desastre del que tal vez nunca se recupere. Una carta recibida hace unos días de un antiguo amigo austríaco resume muy bien la situación en lo que a Europa se refiere:

“Como sin duda sabes, he pertenecido a esa pequeña minoría de socialistas de izquierdas que no se resignaban a romper los últimos lazos (tanto ideológicos como políticos) que nos unían al “glorioso” partido ruso. Continuábamos esperando que algún día, de alguna forma, tendría lugar una explosión radical que permitiera el resurgimiento de las viejas tradiciones leninistas.
Sería estúpido mantener hoy estas esperanzas. Ayer, Ernst Fischer (dirigente intelectual del partido comunista austriaco) hizo un llamamiento a la Izquierda para que se aleje de los hombres del Kremlin y emprenda su propio camino. Me pregunto si los partidos comunistas occidentales prestarán atención al llamamiento de Fischer. Si no lo hacen, en mi opinión, tendrán que enfrentarse con una extinción, lenta, pero inevitable.”

Si esta apreciación tiene fundamento, la crisis checa marca el principio del fin de la influencia política e ideológica de Moscú en los países capitalistas desarrollados. O los partidos comunistas lo reconocen y tratan de adaptarse a la situación o perderán la partida. Considerando sus antecedentes históricos, es dudoso que consigan adaptarse con éxito; pero en cualquier caso, la era de la dirección moscovita está llegando a su fin.
Fuera del mundo capitalista desarrollado, el impacto será menos dramático, debido exclusivamente a que en estos otros países, desde hace tiempo, los partidos comunistas ortodoxos han ido languideciendo y han surgido nuevas fuerzas revolucionarias inspiradas en China o -por lo que toca a Latinoamérica- en Cuba.
En lo que a Cuba se refiere, el discurso de Fidel defendiendo la invasión dificilmente contribuirá a realzar el prestigió de la Revolución Cubana. Pero no sería justo juzgar el discurso exclusivamente por este aspecto. La mayor parte de las tres páginas y media que el tema ocupó en el número de Granma del 25 de agosto estaban dedicadas a una rigurosa y penetrante crítica del socialismo practicado en Europa Oriental y a la política internacional soviética. Por lo demás, Cuba será juzgada en el movimiento revolucionario internacional más por las realizaciones prácticas de su política interior y exterior que por las declaraciones de sus dirigentes. Y en lo que a lo primero se refiere, su balance ha sido y continúa siendo extraordinariamente bueno para un pequeño país relativamente aislada y sometido a todos los avatares de un implacable bloqueo imperialista.
Finalmente, bien puede resultar que el principal beneficiario de la crisis checoslovaca sea China, que denunció la invasión en los términos que debía ser denunciada, sin caer en las ingenuidades de la teoría que nos daba la imagen de una Checoslovaquia encaminada hacia algún tipo de utopía socialista democrática. En el análisis que hace China de la situación política internacional hay muchos puntos que nunca han podido ser aceptados por el equipo de la Monthry Review -por ejemplo, el modo de considerar la actividad de la Unión Soviética en asuntos internacionales como si derivase únicamente de la responsabilidad de una “camarilla de renegados revisionistas” y no como producto de cinco décadas de historia soviética, y el calificar a todos los países del bloque soviético como sociedades plenamente capitalistas, y no como sociedades en transición hacia el capitalismo. Se trata de típicos errores chinos que a menudo conducen a consideraciones y conclusiones falsas. No obstante, el análisis chino del caso checoslovaco, tal como ha sido expuesto, por ejemplo, por “Comentador” (seudónimo tras el que se supone a un alto funcionario del Partido Comunista chino) en el Diario del Pueblo del 23 de agosto, es claro y conciso.

“El hecho de que la camarilla de renegados revisionistas soviéticos haya puesto en movimiento el Ejército es el resultado de las graves contradicciones existentes en el seno del actual bloque revisionista. Es el resultado de las agudas contradicciones existentes entre el imperialismo de los Estados Unidos y el actual revisionismo soviético, en su lucha por el control de Europa Oriental. Es el resultado de la colaboración entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en su vano intento de volver a repartirse el mundo. Durante mucho tiempo han existido profundas contradicciones y una dura lucha entre la camarilla de renegados revisionistas soviéticos y las camarillas revisionistas de los países de Europa Oriental. Desde el momento en que subieron al poder Kruschef y su camarilla de renegados revisionistas, han pactado vergonzosamente, una y otra vez, con el imperialismo de los Estados Unidos. Sin embargo, los revisionistas soviéticos consideran que Europa Oriental está dentro de su campo de influencia y por ello prohíben a los revisionistas checoslovacos que mantengan una colaboración directa con el imperialismo de los Estados Unidos.” (Agencia Nueva China, 23 de agosto.)

El movimiento revolucionario internacional, especialmente en los países subdesarrollados retendrá probablemente más las verdades contenidas en esta declaración que sus exageraciones. Después de todo, para propagar la verdad, algunas veces puede ser necesario exagerar.


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