Checoslovaquia, capitalismo y socialismo
Por Paul M. Sweezy. Escrito el 15 de septiembre de 1968. Digitalizado de Algunos problemas actuales del socialismo. Sweezy, Bettelheim. Siglo XXI. 1973.
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Dubcek y Brezhnev
Los
rusos justifican su invasión de Checoslovaquia aduciendo que estaba
en desarrollo una situación contrarrevolucionaria y que, sin su
intervención, Checoslovaquia habría regresado al capitalismo y se
habría integrado en el campo imperialista. Esta misma postura,
respaldando la invasión, ha sido defendida también por otros
elementos de la izquierda internacional, y en particular por Fidel
Castro, hablando en nombre de la vanguardia revolucionaria cubana.
En
cambio, la mayor parte de la izquierda en los países capitalistas
desarrollados ha defendido lo que podríamos considerar como la tesis
contraria, según la cual Checoslovaquia estaba dirigiéndose hacia
una auténtica forma de socialismo democrático, no teniendo la
intervención soviético nada que ver con el capitalismo ni con el
socialismo, y estando, por el contrario, encaminada a detener el
proceso de democratización, considerado como una amenaza para el
gobierno autoritario de los partidos comunistas en todo el bloque de
Europa Oriental.
El
punto más débil de la argumentación rusa es la afirmación de que
se estaba desarrollando una situación contrarrevolucionaria; por el
contrario, con las populares reformas de los últimos ocho meses, el
sistema vigente se había fortalecido y estabilizado
considerablemente. Las reformas se limitaban en gran medida a la
superestructura política del sistema y no modificaban en modo alguno
sus características básicas. El peligro no provenía, por tanto de
una contrarrevolución, sino de un Congreso del Partido Comunista
Checoslovaco, que habría ratificado las reformas y establecido
firmemente el poder a la dirección que las había promovido. Estas
circunstancias proporcionan indudablemente una base sólida a la
tesis de que eran esas reformas el objetivo contra el que se apuntaba
la invasión soviética; y en efecto, nada de lo ocurrido a partir
del 21 de agosto contradice esta interpretación.
Sin
embargo, el hecho de que se tratara de fortalecer el sistema
existente y no de modificarlo, no significa que Checoslovaquia no
estuviera dirigiéndose hacia el sistema capitalista. Por el
contrario, la tendencia hacia el capitalismo es intrínseca al actual
sistema; el control de la gestión de la empresa desde la propia
empresa, la coordinación a través del mercado y el recurso a los
incentivos materiales, son tres factores que, combinados,
desencadenan inevitablemente una fuerte tendencia hacia un orden
económico que, llámesele como se quiera, cada vez se asemeja más
al capitalismo.
Algunos
marxistas sostienen, ciertamente, que una sociedad no puede ser
considerada capitalista en tanto que no se halle explícitamente
legalizada la propiedad privada de los medios de producción. Así,
por ejemplo, en una declaración de la IV Internacional, rebatiendo
la postura de Castro sobre Checoslovaquia, se afirma categóricamente
que “el peligro de un establecimiento del capitalismo... sólo
puede provenir de fuerzas sociales con suficiente capacidad de
organización como para restablecer por la fuerza el sistema de
propiedad privada capitalista” (Interncontinental Press, 16 de
septiembre de 1969, pág. 766). Pero de este modo se confunden los
conceptos jurídicos y las verdaderas relaciones de producción.
Cuando las empresas son dirigidas por pequeños grupos, cuyo objetivo
es la maximización de beneficios en la producción de bienes de
mercado, se tiene ya lo esencial de las relaciones de producción y
de las relaciones de clase propias del capitalismo. En su momento se
desarrollarán las formas jurídicas adecuadas, aunque en razón de
los antecedentes históricos, probablemente no se llegue a designar
nada bajo la etiqueta de “propiedad privada”. Y esto no sería,
por lo demás, simplemente una fraude ideológico; recordemos lo que
Marx escribió hace más de cien años sobre las sociedades anónimas:
“El capital, que descansa de por sí sobre un régimen social de producción y presupone una concentración social de medios de producción y fuerzas de trabajo, adquiere así directamente la forma de Capital de la sociedad (capital de individuos directamente asociados) por oposición al capital privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales por oposición a las empresas privadas. Es la supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del mismo régimen capitalista de producción”1.
Si
ya con el nacimiento de las sociedades anónimas el antiguo y preciso
concepto de propiedad privada individual se hizo tan complejo, su
complejidad se ha acrecentado aún más hoy, en la era de las
sociedades multinacionales y de la propiedad estatal en gran escala.
Por ejemplo, tanto en Italia como en Francia, el Estado, directamente
o a través de empresas estatales, es dueño de gran parte de los
medios de producción; esto constituye indudablemente todavía una
forma de propiedad capitalista, aunque no ya bajo la forma de
propiedad privada. Es razonable presumir que en el futuro surgirán
otras nuevas formas de propiedad capitalista.
Es
cierto que en Checoslovaquia las tres características mencionadas
distan mucho de encontrarse plenamente desarrolladas; el sistema es
todavía una mezcla de lo que a menudo se denomina “socialismo de
mercado”2 y de
este tipo de planificación administrativa centralizada que tuvo sus
orígenes en la Unión Soviética durante el periodo stalinista, y
que fue exportada a los demás países del bloque soviético después
de la Segunda Guerra Mundial.
Pero
lo esencial no es la composición exacta de la mezcla, sino la
dirección en la que el sistema se mueve, y respecto a ello no cabe
duda de que: a) el peso de los elementos de mercado ha ido aumentando
en los últimos cinco años, al menos, y que b) uno de los objetivos
de las reformas liberalizadoras de los últimos ocho meses ha sido
eliminación de los obstáculos que entorpeciesen una más amplia
evolución de la economía checa hacia un sistema de mercado3.
No es accidental el hecho de que una de las figuras más destacadas e
influyentes del último periodo haya sido el profesor Ota Sik,
nombrado primer ministro bajo el régimen de Dubcek. Exceptuando el
economista soviético Liberman, Sik es tal vez el más famoso teórico
y defensor del socialismo de mercado, y fue el principal autor del
programa de reformas que se adoptó y comenzó a aplicarse
parcialmente en 1964.
Si
queremos saber a dónde conduce el camino tomado por Checoslovaquia,
hemos de examinar el caso de Yugoslavia, que es el país que más
lejos ha llegado en la línea del socialismo de mercado. El viraje de
Yugoslavia hacia la economía de mercado se remonta a su ruptura con
la Kominform de 1948, lo que nos proporciona una experiencia de
veinte años y no de cinco solamente, como en el caso checo.
Hemos
de admitir que hasta el momento han sido más bien los observadores
capitalistas, y no los socialistas, los que han demostrado mayor
capacidad para informar con precisión sobre los acontecimientos
acaecidos en Yugoslavia, y para extraer las conclusiones necesarias,
el New York Times publicaba el 19 de agosto de 1968, en su
página financiera, el siguiente texto remitido desde Belgrado:
“El
capital occidental ha establecido una base importante en Yugoslavia y
está contribuyendo a transformar lo que era sólo un país
esencialmente agrícola en un nuevo estado industrial.
Inversiones
de empresas tan distintas como la Fiat, el gigante del automóvil
italiano, y Printing Developments Inc. De New York, sucursal del Time
Inc., representan a la vez las insaciables demandas de capital para
nuevas inversiones y los conscientes designios de un Estado comunista
de aceptar una economía de mercado, junto con la mayor parte de sus
consecuencias.
De
conversaciones habidas con funcionarios de Belgrado especializados en
asuntos económicos, se desprende la firme convicción de que este
camino será seguido por otro país de Europa Oriental.
Según
su parecer, Yugoslavia es una experiencia piloto para los países del
Este y un escaparate para el capital occidental. Las compañías
occidentales con base en este país gozarán de enormes ventajas
competitivas una vez que le hayan abierto otros mercados en la Europa
del Este.
Continuado
el proceso de reformas que ha transferido del Estado a las empresas
mismas la dirección de éstas, e introducido el régimen de mercado
libre y el estímulo de la ganancia, Yugoslavia ha promulgado hace un
año una ley igualmente revolucionaria, orientada a atraer el capital
extranjero.
Esta
ley fue aprobada pese a la gran oposición que encontró entre
aquellos que temían que el capital occidental dominará los sectores
clave de la economía.
Previniendo
tal eventualidad, se ha prohibido que la participación del capital
extranjero sobrepase el 49 por 100 en cualquier empresa yugoslava.
Las
empresas yugoslavas son dirigidas por los mismos obreros por medio de
Consejos de trabajadores, que a su vez designan una Junta de
especialistas -contable, ingenieros de producción...- para dirigir
su fábrica.
Al
principio, las empresas extranjeras oponían recelos a su
participación, porque pensaban que su posición minoritaria no les
permitiría ningún control directo sobre sus inversiones.
En
seminarios organizados en este país para empresarios occidentales,
los funcionarios yugoslavos se han esforzado en mostrar que existen
vías para esquivar esta dificultad; como, por ejemplo la de confiar
al inversor extranjero el control de los costes de producción.
Se
permite que los extranjeros transfieran los beneficios fuera del
país, a condición de que dejen un 10 por 100 en depósito en un
Banco yugoslavo; igualmente pueden vender su participación a otras
compañías extranjeras, siempre que la oferta sea hecha en primer
lugar a la compañía yugoslava.
Esta
ley ha producido ya resultados sorprendentes. Fiat, que está
proporcionando actualmente tecnología y gran parte del material a
una gran fábrica de automóviles soviética, invirtió 10 millones
de dólares en una empresa yugoslava, Crvena Zastava (Bandera Roja),
que fabrica coches Fiat bajo licencia.
American
Company, según información publicada en este país, se ha asociado
con Beogradski Graficki Zavod (Compañía Gráfica de Imprenta de
Belgrado) para imprimir en color utilizando un nuevo equipo de
procesar especialmente rápido, importado de los Estados Unidos.”
Naturalmente,
se puede decir que todo esto se refiere a Yugoslavia y no prueba que
Checoslovaquia esté siguiendo el mismo camino; realmente, sin duda,
sería imposible aportar pruebas suficientes para convencer a quienes
han adoptado ya otro punto de vista. El análisis de la realidad
social siempre se ve complicado por el hecho de que las tendencias
que surgen, aunque en un futuro lleguen a ser predominantes, tienen
un comienzo insignificante y pueden, por ello, ser ignoradas o
menospreciadas por quienes hayan decidido se antemano ignorarlas o
menospreciarlas. Lo que podemos afirmar es que Checoslovaquia ha dado
más de un paso en el camino iniciado por los yugoslavos, y que en
los meses precedentes a la invasión había indicios claros de una
aceleración en dicho sentido. Ya se habían negociado acuerdos con
empresas extranjeras para construir fábricas en Checoslovaquia (por
ejemplo, el trust italiano del petróleo, ENI, está construyendo una
fábrica de industria química en Checoslovaquia, según informaba el
Bussiness Week en su número del 31 de agosto). Se congregaban en
Praga tantos empresarios extranjeros que estaba normalmente reservado
por lo menos un hotel casi exclusivamente para ellos; y tanto en
Praga como en los centros financieros occidentales circulaban
insistentes rumores -aparentemente bien fundados- de que se estaba
negociando un crédito de 500 millones de dólares para facilitar la
importación de Occidente de los bienes de equipo y las técnicas más
modernas. Tal vez todo esto no sea significativo, o tal vez las
consecuencias de abandonarse a un sistema de mercado y de desarrollar
relaciones cada vez más estrechas con los países capitalistas dé
lugar en Checoslovaquia a algo diferente de lo que se ha producido en
Yugoslavia. Es posible pensarlo así, pero hasta ahora no sé de
ningún argumento de peso que pueda abonar tales conclusiones.
Debemos
señalar que no se deduce de esto que los reformadores checos -ni
siquiera los yugoslavos- se estén dirigiendo deliberadamente hacia
el capitalismo, o que estén adoptando una actitud hipócrita y falsa
cuando dicen que se esfuerzan por lograr un socialismo democrático.
El marxismo nos enseña a juzgar a las personas no por sus
intenciones, sino por sus actos y las consecuencias probables de sus
actos. Lo que afirmamos es que cuando se fortalece el sistema de
mercado en vez de luchar contra él, se está independientemente de
las intenciones, promoviendo el capitalismo y no el socialismo4.
¿Puede
deducirse de lo anterior que fue el hecho de que Checoslovaquia
estuviese dirigiéndose hacia el capitalismo la causa de la
intervención soviética? En modo alguno; la verdad es que todo el
bloque de Europa Oriental, incluyendo la Unión Soviética, ha
seguido, y sigue el mismo proceso que Yugoslavia y Checoslovaquia.
Ese es el verdadero significado del movimiento de reforma económica
que en distintos grados y con distintos ritmos ha implicado a todos
los miembros del bloque. En todas parte el antiguo sistema de
centralismo burocrático se estaba enfrentando con crecientes
dificultades -apatía general, productividad decreciente y
estancamiento económico era, entre otros, los síntomas, manifiestos
en todo el área, de una crisis inminente-. Dos respuestas eran
posibles: la primera respuesta podía ser una revolución cultural,
en el sentido específico que los chinos han dado a este término;
una campaña general para movilizar a las masas, elevar el nivel
general de conciencia política, revitalizar los ideales socialistas,
y responsabilizar de un modo creciente a los propios obreros de las
decisiones a todos los niveles. La otra respuesta consistía en
confiar cada vez más en el régimen de mercado y en el estímulo de
las ganancias. Por razones que se remontan a la historia de la Unión
Soviética y del Movimiento Comunista, no existía partido ni grupo
capaz de poner en práctica la primera alternativa. Por tanto, la
segunda vía fue adoptada, no porque las burocracias tuvieran
especial preferencia por los métodos capitalistas, sino porque no
veían otra forma de mantener su poder y sus privilegios. El precio
que deberán pagar, les guste o no les guste, sean o no conscientes
de ello, es el colocar a sus países en el camino de retorno hacia
sociedades esencialmente capitalistas.
Fidel
Castro, en su discurso del 23 de agosto sobre la invasión de
Checoslovaquia, decía, refiriéndose a un artículo de Pravda:
“El
artículo dice así: “El PCUS perfecciona constantemente el estilo,
las formas y métodos de la construcción del partido y del Estado
-resalta Pravda-. Esta misma labora se lleva a cabo en otros países
socialistas; se lleva a cabo con tranquilidad, partiendo de los
fundamentos del sistema socialista”.
Pero
es muy interesante este señalamiento, Dice: “Por desgracia, fue
sobre otra base que se desenvolvió la discusión sobre las
cuestiones de la reforma económica en Checoslovaquia. En el centro
de dicha discusión fue presentada, por una parte, la crítica global
de todo el desarrollo precedente de la economía socialista; por la
otra, la propuesta para sustituir los principios de planificación
por relaciones mercantiles y espontáneas, concediendo un amplio
ámbito de acción al capital privado.”
¿Acaso
esto significa que en la Unión Soviética van a poner también freno
a determinadas corrientes que en el campo de la economía son
partidarias de poner cada vez más el acento en las relaciones
mercantiles y en los efectos de la espontaneidad en esas relaciones?
¿A esos criterios que incluso han estado difundiendo la vigencia del
mercado y el efecto beneficioso de los precios de ese mercado?
¿Significa que se toma conciencia en la Unión Soviética de la
necesidad de poner un freno a esas corrientes? Puesto que existe más
de un artículo de la prensa imperialista donde con júbilo hablan de
esas corrientes que se han hecho también presentes en el seno de la
Unión Soviética”.
Me
atrevería a decir que Fidel sabe tan bien como cualquiera que el
artículo en Pravda trataba de marcarse un tanto y no de señalar un
cambio fundamental en la política soviética. El hecho es que las
decadentes burocracias del bloque soviético han ensayado el único
tipo de planificación centralizada que pueden concebir y han
comprobado que ésta no satisface las necesidades y expectativas de
sus pueblos. No tienen otra alternativa que volver de nuevo a los
métodos del capitalismo; y al hacerlo así han entrado en un
callejón sin salida que, por muy largo que sea, sólo puede tener un
destino.
No,
la invasión soviética de Checoslovaquia no trataba de controlar el
viraje iniciado hacia el capitalismo. Este viraje se ha producido en
ambos países y seguirá produciéndose mientras no ocurra algo mucho
más drástico que un programa de reforma liberal como el que ha
conocido Checoslovaquia en los últimos ocho meses. Lo que temían
los dirigentes de la Unión Soviética -y tenían todas las razones
para temer- era la doble amenaza que se cernía sobre sus intereses
personales y sobre los intereses del estrato gobernante nacional que
ellos representan.
La
amenaza a sus intereses personales era clara. Las reformas
liberalizantes en Checoslovaquia resultaban extremadamente populares
en el país, por razones obvias. Si uno ha permanecido encarcelado
mucho tiempo, su primer objetivo no es cambiar el sistema, sino salir
de la prisión. Esta era esencialmente la situación del pueblo
checoslovaco: ante todo querían salir de la prisión y esto
significaba deshacerse del régimen de Novotny con todos sus rasgos
represivos y repugnantes. Lo lograron con sorprendente facilidad.
Insospechadamente, el partido comunista se hizo eco del sentir
popular; los dirigentes fieles a la antigua línea fueron cogidos por
sorpresa y tuvieron que abandonar el poder sin ocasión siquiera para
presentar batalla. Para los gobernantes de la Unión Soviética y de
los otros países del bloque, cuyos pueblos permanecen también
encarcelados (y en el caso de la Unión Soviética desde hace mucho
más tiempo), esto no podía dejar de ser un ejemplo aterrador. Si
Novotny y los suyos podían ser expulsados sin ninguna ceremonia, lo
mismo podía ocurrirles a ellos. Desde su punto de vista era por
tanto esencial, no sólo estrechar el control en sus propios países,
sino demostrar también que Checoslovaquia no quedaría después de
todo impune. Desde su punto de vista, esta sola consideración era
probablemente suficiente para justificar la invasión.
Pero
había otra razón que afectaba de manera especial a los dirigentes
soviéticos, dada la posición dominante que ocupan en el conjunto
del blque. Al aumentar la importancia del sistema de mercado en el
área, crece también la atracción ejercida por las economías de
mercado de Occidente, más poderosas en este terreno. Una vez que los
conceptos de beneficio y eficacia han sido promovidos en los niveles
de empresa y fábrica, al status de valores supremos, es inevitable
que la administración de las empresas busque una relación más
estrecha con quienes dominan y saben poner mejor en práctica estos
valores. En esta situación forzosamente ha de aumentar la demanda
del comercio, de tecnología, de financiación y, finalmente, de
inversiones de los países capitalistas desarrollados. Yugoslavia es
un claro ejemplo de este proceso y de cómo dicho proceso conduce al
país más débil a someterse progresivamente al dominio del más
fuerte. Si consideramos al bloque en su conjunto, todo lo anterior
significa la formación de fuerzas centrífugas muy poderosas que, si
no son controladas, darán lugar a un proceso acelerado de
desintegración. Sin duda, para la capa gobernante en la Unión
Soviética esto representa un grave peligro. El bloque ha sido
estructurado económica, política y militarmente para servir a aquel
grupo y a sus intereses nacionales.
Se
les ha asignado, por ejemplo, a Checoslovaquia y a Alemania Oriental,
por ser regiones industriales relativamente desarrolladas,
actividades económicas adecuadas a las necesidades de la economía
soviética. (En qué medida estas relaciones son también de
explotación, es una cuestión importante, pero no crucial, para el
problema que ahora estamos tratando.) Es obvio que los dirigentes
soviéticos consideran vital para la seguridad militar el
mantenimiento del Pacto de Varsovia. En estas circunstancias es fácil
comprender por qué los hombres del Kremlin están dispuestos a
utilizar cualquier medio necesario para mantener unido el bloque. Y,
dado que su poder político y económico está siendo constantemente
erosionado y ya no basta para realizar esta tarea, se han visto
obligados a recurrir abiertamente al empleo de la fuerza armada.
En
último análisis, la invasión de Checoslovaquia fue prueba de la
debilidad soviética frente a la creciente crisis de todo el bloque.
¿Puede tener éxito esta medida? A corto plazo sin duda. El proceso
de liberalización de Checoslovaquia ha sido frenado y puede ser
detenido completamente por cierto tiempo; se han controlado las
fuerzas centrífugas que tendían a desintegrar el bloque. Pero a
largo plazo, la fuerza militar es absolutamente incapaz de
enfrentarse con los problemas económicos y políticos. Fueron estos
problemas los que provocaron la crisis y sin duda provocarán nuevas
y mayores crisis en el futuro.
Mientras
tanto, el comunismo ortodoxo orientado por Moscú ha sufrido un
desastre del que tal vez nunca se recupere. Una carta recibida hace
unos días de un antiguo amigo austríaco resume muy bien la
situación en lo que a Europa se refiere:
“Como
sin duda sabes, he pertenecido a esa pequeña minoría de socialistas
de izquierdas que no se resignaban a romper los últimos lazos (tanto
ideológicos como políticos) que nos unían al “glorioso”
partido ruso. Continuábamos esperando que algún día, de alguna
forma, tendría lugar una explosión radical que permitiera el
resurgimiento de las viejas tradiciones leninistas.
Sería
estúpido mantener hoy estas esperanzas. Ayer, Ernst Fischer
(dirigente intelectual del partido comunista austriaco) hizo un
llamamiento a la Izquierda para que se aleje de los hombres del
Kremlin y emprenda su propio camino. Me pregunto si los partidos
comunistas occidentales prestarán atención al llamamiento de
Fischer. Si no lo hacen, en mi opinión, tendrán que enfrentarse con
una extinción, lenta, pero inevitable.”
Si
esta apreciación tiene fundamento, la crisis checa marca el
principio del fin de la influencia política e ideológica de Moscú
en los países capitalistas desarrollados. O los partidos comunistas
lo reconocen y tratan de adaptarse a la situación o perderán la
partida. Considerando sus antecedentes históricos, es dudoso que
consigan adaptarse con éxito; pero en cualquier caso, la era de la
dirección moscovita está llegando a su fin.
Fuera
del mundo capitalista desarrollado, el impacto será menos dramático,
debido exclusivamente a que en estos otros países, desde hace
tiempo, los partidos comunistas ortodoxos han ido languideciendo y
han surgido nuevas fuerzas revolucionarias inspiradas en China o -por
lo que toca a Latinoamérica- en Cuba.
En
lo que a Cuba se refiere, el discurso de Fidel defendiendo la
invasión dificilmente contribuirá a realzar el prestigió de la
Revolución Cubana. Pero no sería justo juzgar el discurso
exclusivamente por este aspecto. La mayor parte de las tres páginas
y media que el tema ocupó en el número de Granma del 25 de
agosto estaban dedicadas a una rigurosa y penetrante crítica del
socialismo practicado en Europa Oriental y a la política
internacional soviética. Por lo demás, Cuba será juzgada en el
movimiento revolucionario internacional más por las realizaciones
prácticas de su política interior y exterior que por las
declaraciones de sus dirigentes. Y en lo que a lo primero se refiere,
su balance ha sido y continúa siendo extraordinariamente bueno para
un pequeño país relativamente aislada y sometido a todos los
avatares de un implacable bloqueo imperialista.
Finalmente,
bien puede resultar que el principal beneficiario de la crisis
checoslovaca sea China, que denunció la invasión en los términos
que debía ser denunciada, sin caer en las ingenuidades de la teoría
que nos daba la imagen de una Checoslovaquia encaminada hacia algún
tipo de utopía socialista democrática. En el análisis que hace
China de la situación política internacional hay muchos puntos que
nunca han podido ser aceptados por el equipo de la Monthry Review
-por ejemplo, el modo de considerar la actividad de la Unión
Soviética en asuntos internacionales como si derivase únicamente de
la responsabilidad de una “camarilla de renegados revisionistas”
y no como producto de cinco décadas de historia soviética, y el
calificar a todos los países del bloque soviético como sociedades
plenamente capitalistas, y no como sociedades en transición hacia el
capitalismo. Se trata de típicos errores chinos que a menudo
conducen a consideraciones y conclusiones falsas. No obstante, el
análisis chino del caso checoslovaco, tal como ha sido expuesto, por
ejemplo, por “Comentador” (seudónimo tras el que se supone a un
alto funcionario del Partido Comunista chino) en el Diario del
Pueblo del 23 de agosto, es claro y conciso.
“El
hecho de que la camarilla de renegados revisionistas soviéticos haya
puesto en movimiento el Ejército es el resultado de las graves
contradicciones existentes en el seno del actual bloque revisionista.
Es el resultado de las agudas contradicciones existentes entre el
imperialismo de los Estados Unidos y el actual revisionismo
soviético, en su lucha por el control de Europa Oriental. Es el
resultado de la colaboración entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética en su vano intento de volver a repartirse el mundo.
Durante mucho tiempo han existido profundas contradicciones y una
dura lucha entre la camarilla de renegados revisionistas soviéticos
y las camarillas revisionistas de los países de Europa Oriental.
Desde el momento en que subieron al poder Kruschef y su camarilla de
renegados revisionistas, han pactado vergonzosamente, una y otra vez,
con el imperialismo de los Estados Unidos. Sin embargo, los
revisionistas soviéticos consideran que Europa Oriental está dentro
de su campo de influencia y por ello prohíben a los revisionistas
checoslovacos que mantengan una colaboración directa con el
imperialismo de los Estados Unidos.” (Agencia Nueva China, 23 de
agosto.)
El
movimiento revolucionario internacional, especialmente en los países
subdesarrollados retendrá probablemente más las verdades contenidas
en esta declaración que sus exageraciones. Después de todo, para
propagar la verdad, algunas veces puede ser necesario exagerar.
Category: Checoslovaquia, Mayo 68, Sweezy
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