La violencia: aspiración de un orden diferente

Universidad negativa | 13:43 | 0 comentarios

Por Jean-Paul Sartre
Publicado en Le Nouvel Observateur, París, Junio 1968
Digitalizado de la Revista Revolución y Cultura. Agosto, 1968. Cuba
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"Lo que yo reprocho a todos los que han insultado a los estudiantes, es no haber visto que estos expresaban una reivindicación original: la de soberanía".

P - Esta semana, los conservadores triunfan: casi todos los huelguistas han reanudado el trabajo, la Sorbona, símbolo de la "anarquía estudiantil", ha sido ocupada por la policía y los franceses acaban de votar en la primera vuelta, tranquilamente, aproximadamente por los mismos hombres: Salvo las ventajas materiales, no despreciables pero sin duda efímeras, obtenidas por los obreros, no queda ya gran cosa, parece, del gran movimiento que ha sacudido a Francia durante un mes. ¿Es cierto eso? La "revolución de mayo", aunque fracasada, ¿deja en su estela - algunos elementos positivos?

J. P. SARTRE: Participé el otro día, en la Ciudad Universitaria, en un debate entre estudiantes sobre las transformaciones posibles de la Universidad, y uno .de ellos comenzó así su intervención: "Camaradas, es preciso reconocer que nuestra acción del mes de mayo ha sido un fracaso... Hace quince días, en la Sorbona, no se le habría dejado siquiera terminar su frase, y se habría ido abucheado. Esta vez no hubo ni un silbido, ni una protesta: se le dejó continuar.
En cierta manera, en efecto, el movimiento ha fracasado. Pero no ha fracasado más que para aquellos que han creído que la revolución estaba al alcance de la mano, y que los obreros iban a seguir a los estudiantes hasta el fin y que la acción desencadenada en Nanterre y en la Sorbona desembocaría sobre un apocalipsis social y económico que provocaría no sólo la caída c1el régimen sino la desintegración del sistema capitalista. Eso era un sueño y Cohn-Bendit, por ejemplo, no ha pensado jamás eso: "La revolución no se hará en un día y la unión de los estudiantes y de los obreros no es para mañana. Nosotros hemos dado un primer paso. Daremos otros".


LAS DOS DIMENSIONES DE LA VERDAD

Eso, muchos jóvenes lo comprenden. Saben que no se derroca un régimen con 100.000 estudiantes desarmados, por valientes que sean: han sido el detonador de su gran movimiento, y lo serán quizás de nuevo en el porvenir, pero se trata ahora de continuar la lucha bajo otras formas. La discusión era apasionante, la otra noche, porque se refería sobre los medios de dar a la rebelión de mayo prolongaciones positivas. Había dos puntos de vista. Uno decía: "Es preciso luchar por imponer una "universidad crítica" auutoadministrada en la cual la relación maestro-alumno y la relación de todos con la cultura queden fundamentalmente transformadas". En el caso de los estudios de medicina, por ejemplo -algunos grupos de estudiantes preparan ya proyectos precisos- no se tratará solamente de asimilar cierto número de conocimientos sino de plantear al mismo tiempo el problema de la relación médico-enfermo, de las relaciones entre médicos y, finalmente, del papel de la medicina en la sociedad. Los estudiantes serán conducidos a definir de nuevo por sí mismos la profesión que han escogido, decidiendo si el médico debe ser un técnico de un tipo particular, que trabaja al servicio de una clase o un hombre que pertenece a la masa y ha sido designado por ella para curar. Se deduce lógicamente que la forma de la enseñanza y el propio contenido del saber quedarán modificados por un cambio de definición, y que no será ya el mismo médico de hoy al que llegan al final de sus estudios. La misma cosa en otras disciplinas: La adquisición del saber irá por todas partes paralelamente con una reflexión critica sobre la utilidad social de ese saber, hasta el punto de que la Universidad no fabricará ya hombres "unidimensionales" -cuadros dóciles, probados y alienados del sistema burgués- sino hombres que habrán recobrado las dos dimensiones de la libertad: la inserción en la sociedad y la refutación simultánea de esta sociedad.
A los que proponen este ideal universitario, otros les responden: "La Universidad crítica no es realizable. Vean la de Berlín: permanece al margen, aislada como un quiste en la sociedad alemana. Y ¿qué Estado capitalista aceptará financiar una Universidad cuyo propósito confesado seria demostrar que la cultura es anticapitalista? Antes que la Universidad critica hagamos la crítica de la Universidad. Esta Universidad nos la van a rehacer aproximadamente igual que era. No desertemos de ella, paro continuemos haciendo allí una crítica vigorosa -si es necesario por la violencia- del saber que en ella se imparte y de los métodos de enseñanza".
Las dos actitudes, en mi opinión, no son inconciliables. Me parece que podría haber, en la Universidad, "sectores críticos". No se podrá impedir a los estudiantes de medicina, si están decididos a ello, hacer un trabajo profundo sobre lo que podría ser una verdadera medicina social; pueden incluso obtener para eso salas y una adaptación de los horarios de estudio. Esa no será una "facultad de medicina crítica", pero habrá allí, en su seno, un enclave en el que podrá hacerse una investigación positiva.
La posición que consiste en decir: "El gobierno no es un interlocutor válido: estamos decididos a rechazar todo lo que proponga", me parece peligrosa; porque el gobierno puede decir entonces: "En esas condiciones, hago lo que quiero", Vale más luchar por imponer reformas que resquebrajen un poco el edificio de la Universidad burguesa, que debiliten el sistema entero, y servirse de ello a continuación como trampolín para pedir otra cosa. Es la teoría del "reformismo revolucionarío" de Gorz, que permite mantener una evolución constante radicalizando cada vez un poco más las reivindicaciones.
Soy optimista sobre la evolución de la Universidad francesa -en contra de los que hablan ya de su congolización- porque tengo la mayor confianza en lo que harán conjuntamente los estudiantes y el profesorado francés, que es notable y vale ampliamente el de otros países. No veo porqué no han de llegar a soluciones. Lo que los estudiantes piden es conservar, bajo una forma u otra, en estructuras conquistadas o recibidas, un poder de refutación. Creo que un gran número de profesores son capaces de aceptarlo. Después de todo, la otra noche, yo estaba con estudiantes y propuse una discusión sobre la "Universidad crítica". Plantee preguntas, me respondieron, respondí a mí vez, y otros discutieron lo que había dicho, y todo eso en silencio, con un orden perfecto. Les aseguré que si esa hubiese sido una clase de la cual yo fuera el profesor, estaría encantado.
No tenía ningún poder, ciertamente, salvo el que ellos me concedían. Si me hubiesen dicho: "Váyase", no habría tenido más remedio que irme, mientras que, en la Universidad antigua, era yo quien habría podido hacer salir a los estudiantes. Pero, por otro lado, el poder "otorgado" de que yo disponía -el de un mediador que debe darse el trabajo de imponerse interesando en su disertación a los que habla, haciéndose comprender por ellos será infinitamente más satisfactorio que cualquier poder "de derecho", Yo me sentía mucho más soberano, cuando obtenía el silencio, que si yo hubiese hecho un discurso de distribución de premios, con el prefecto a mi izquierda y el pro visor a mi derecha, ante los alumnos petrificados. Si se os discute, aunque sea violentamente, pero se os escucha también, usted se encuentra mucho más contento, no sólo de usted sino de sus estudiantes, que si se le escuchase en un respeto frío. Es mucho más estimulante.

PRIMERO APRENDER A CONOCERSE

En contra de lo que se quiere hacer creer, los estudiantes no rechazan que se les enseñe algo; piden únicamente el derecho de discutir lo que se les enseña, de comprobar lo que es firme; de asegurarme de que no se les hace perder su tiempo. Ustedes no pueden imaginarse el número de estupideces que me han enseñado cuando era estudiante...

P - El principal problema, para los estudiantes, si no quieren que los resultados positivos de su movimiento queden limitados a la Universidad, es lograr establecer un contacto directo con los trabajadores. En el mes de mayo ese contacto ha sido muy difícil. ¿Puede ser más fructuoso en las universidades de verano?

J-P SARTRE: Sobre ese punto, la otra noche, se ha hablado mucho. Unos decían: "Los estudiantes van a, ponerse al servicio de los trabajadores para enseñarles conocimientos que les permitirán capacitarse o lograr una calificación profesional superior". Otros decían: "Los estudiantes no tienen nada que enseñar a los trabajadores: sino mucho que aprender de ellos". En realidad, es un error plantear un esquema preliminar y decidir enseñará que y a quién. Como siempre, todo el mundo tiene cosas que aprender de todo el mundo. Lo más importante, en mi opinión, en esas universidades de verano, será aprender a conocerse. Porque si los estudiantes no saben casi nada de la vida de los obreros, la recíproca no es menos cierta. El obrero cree aún que el estudiante es un tipo que tiene "el humanismo" a su disposición, que comprende mejor ciertas cosas porque se las han explicado mejor y porque ha tenido tiempo para aprender. Eso era cierto en mi tiempo; no lo es ya. El estudiante de hoy es alguien a quien se atiborra, como se ceba a los gansos, con un saber bien orientado que debe darle capacidades bien determinadas. Y esta falsa cultura, no la recibe siquiera en el lujo y en el ocio -muchos estudiantes llevan una vida difícil- sino en la angustia, por que no sabe jamás si será despiadadamente eliminado, al cabo de algunos años, por un proceso de selección destinado a no extraer de la masa más que una pequeña minoría de cuadros. Cuando un obrero trata a un estudiante de "hijo de rico", la mayoría de las veces, es porque no le comprende, y porque no sabe nada de la manera como vive.
Inversamente, los estudiantes ignoran todo lo referente al trabajo manual, y no sería quizás malo que hubiese este verano. al mismo tiempo que "cursos para obreros" en las Universidades -si los obreros lo desean-, períodos de prácticas para los estudiantes en las fábricas. Eso existe ya en países como China y Cuba, donde se ha comenzado a comprender lo que es el verdadero socialismo.
De todos modos, la gente, salvo si son del mismo medio o si comen juntos, no tienen jamás nada que decirse. No pueden más que hacer cosas juntos. Cuando yo estaba prisionero, durante la última guerra, me entendía admirablemente con los obreros y los campesinos que estaban conmigo. Si yo hubiese ido a hablarles a sus fábricas o a sus granjas, con mi lenguaje demasiado abstracto de intelectual, me habrían vuelto la espalda. Pero en el campo de concentración, hablábamos el mismo lenguaje, porque teníamos que hacer las mismas cosas, teníamos que reaccionar conjuntamente -no siempre de la misma' manera, es claro- con respecto a los mismos acontecimientos. Creo que no habrá verdaderas relaciones entre los estudiantes y los obreros 'sino cuando trabajen juntos, en las universidades, y en las fábricas.

CASTRO Y LOS COMUNISTAS

P - Muchos comunistas, ortodoxos o no, continúan pensando que los obreros tienen razón para desconfiar de los estudiantes -cuyas reivindicaciones, dicen ellos, no tienen nada en común con las suyas- y para no seguirles en su "aventurismo pequeño-burgués".

J.P. SARTRE: El otro día, en efecto, en la Ciudad Universítaria, un comunista vino a decir: "El movimiento' estudiantil no es revolucionario porque 1) no tiene ideología revolucionaria: 2) ni siquiera ha quebrantado al régimen: 3) es de carácter anárquico, porque la burguesía que se rebela, siempre origina la anarquía: 4) sólo los obreros pueden hacer la revolución, porque son los productores",
Todo eso fue acogido con abucheos, el desgraciado apenas podía hacerse oír, pero había que responderle. Yo dije esto: si es preciso tener una ideología revolucionaria para hacer la revolución, entonces el Partido Comunista cubano era el único que podía hacerla y Castro no podía. Ahora bien, no sólo el PC cubano no hizo la revolución sino que rechazó unirse a la huelga general desencadenada en una ocasión por los estudiantes y los revolucionarios de las ciudades. Lo que hay de admirable, en el caso de Castro, es que la ¡teoría ha nacido de la experiencia en lugar de pre cederla. Lean de nuevo el discurso pronunciado por Castro ante el tribunal que le juzgaba después del ataque fracasado contra el Cuartel Moncada: se encuentra allí una voluntad democrática de abatir a Batista, porque es un dictador, ideas de reformas sociales aún bastante vagas, pero no se encuentra ninguna "estructura ideológica". Es en la guerra, en contacto con los campesinos, como se ha formado la doctrina revolucionaría de Castro. Más tarde, comprendiendo quizás que su movimiento carecía de bases teóricas, se acercó a los comunistas. Pero cuando vio que dogmas cerrados querían imponerle, y que le hacían cometer errores, recuperó su independencia y, de golpe, su ideología se profundizó.

UNA ETIQUETA ENVENENADA

Traspongamos: nada indica que la gente que comienza una revolución en Francia deba tener, para triunfar, una doctrina ya hecha. Al contrarío si los estudiantes han fracasado, ha sido en parte porque el Partido Comunista francés, con su concepción cerrada del marxismo y sus respuestas a todo -extraídas de tal o cual texto de Lenin-, ha frenado su movimiento.
No es que los jóvenes revolucionarios carezcan de doctrinas -tienen incluso demasiadas, y muy diferentes, aunque todas se relacionan más o menos con el marxismo-, pero aceptan someter sus ideas a la prueba de la acción. Y todos coinciden, parece, en la idea muy importante del doble poder, que Cohn-Bendit ha lanzado diciendo: "Nosotros no podemos ganar si no se crea un segundo poder frente a De Gaulle y ese poder no fundarse más que sobre una unión los estudiantes y los, trabajadores”. ¿Eso no se ha producido esta vez? No es ciertamente a los estudiantes a quienes hay que reprochárselo.
Tercer punto de la argumentación comunista: el movimiento estudiantil anarquista porque representa una rebelión burguesa. Muy bien. ¿Cómo explicar entonces la rebelión de los estudiantes yugoslavos, que han nacido en un régimen socialista de los cuales más de la mitad son hijos de obreros o de campesinos?. ¿Qué reclaman esos hijos de trabajadores? La misma cosa, en líneas generales que los estudiantes franceses, es decir libertad de critica y la autodeterminación ... Calificar de "anarquistas" a gente que reclama, contra los burócratas stalinianos y los tecnócratas de la sociedad de consumo, que los nombres no sean ya sólo productos u objetos, sino que lleguen a ser verdaderamente dueños de su destino, es colocar una etiqueta envenenada sobre un movimiento al cual se quiere perjudicar porque es nuevo, porque es auténticamente revolucionario, y porque amenaza a los viejos aparatos. Lo que reclaman los jóvenes revolucionarios, burgueses o no, no es la anarquía sino, muy exactamente, la democracia, una democracia socialista verdadera que aún no ha triunfado en ninguna parte.
Ultimo argumento, en fin: sólo los obreros pueden hacer la revolución. Yo respondo que no hay ni un solo estudiante politizado que haya jamás dicho otra cosa. Todos no han cesado de repetir: "Nosotros podemos ser el detonador, pero la revolución no será hecha más que por el conjunto de las clases trabajadoras, obrera y campesina". Para que los estudiantes puedan ser el detonador, sin embargo; es preciso que haya una convergencia entre sus reivindicaciones y las de los trabajadores. Los comunistas lo niegan, y. afirman que los estudiantes de hoy, puesto que son hijos de burgueses -lo son, en efecto, en proporción del 90%- no pueden expresar más que los mismos intereses de clase que sus padres.
Eso es mostrar un marxismo estrechamente mecanicista. Marx dijo una cosa muy distinta cuando dijo que teóricos salidos de la burguesía podían llegar a ser los aliados de clase de los obreros, porque sus problemas, como hombres de cultura, sabios, miembros de profesiones liberales, eran igualmente problemas de alineación. Eso era ya cierto en la época de Marx. Lo es más todavía hoy, cuando los estudiantes descubren que son tratados como objetos durante sus años de estudio, para ser igualmente tratados como objetos cuando lleguen a ser cuadros. Comprenden entonces que se les roba su trabajo como -se roba el de los obreros, aunque sea de otra manera. Por eso es por lo que los estudiantes y los obreros están hoy mucho más cerca unos de otros de lo que lo estaban sus padres.

“TODOS SON PERROS”

P - Hay algo muy nuevo en la crisis del mes de mayo: el movimiento no nació, como había sucedido siempre en el pasado, de una crisis económica, social o política grave, sino de una reivindicación profunda, de carácter, "libertario", sobre la cual se han injertado a continuación las reivindicaciones materiales.

J.P. SARTRE: Al viejo motor de las revoluciones, que era la necesidad desnuda, acaba, en efecto, de sucederle una exigencia nueva que es la de la libertad. Hubo una época en la que el problema era ante todo el de la apropiación colectiva de los medios de producción, porque la propiedad y la dirección de la empresa eran una sola cosa... Es el periodo que va desde el nacimiento del capitalismo familiar a la aparición de las sociedades anónimas y de los monopolios. Fue en ese momento cuando las grandes doctrinas socialistas. se construyeron. Todas ellas reposaban sobre la necesidad de poseer para poder administrar.
Hoy la clase media se ha transformado, por el hecho de que pueda dirigir sin poseer. Es el reinado de la tecnocracia: los propietarios, a condición de percibir los dividendos, delegan en especialistas, en cuadros competentes el cuidado de dirigir las empresas. La reivindicación, a causa de eso, ha cambiado de carácter, no es ya el problema de la propiedad el que figura en el primer; plano -se le encontrará después, naturalmente; porque sigue siendo fundamental- sino el del poder. En la sociedad de consumo, no se pide ya primeramente poseer, sino participar en las decisiones y controlar.
Lo que yo reprocho a todos los que han insultado a los estudiantes, es no haber visto que estos expresaban una reivindicación nueva, la de soberanía. En la democracia, todos los hombres deben ser soberanos, es decir poder decidir, no solos, cada uno en su rincón, sino conjuntamente lo que hacen. En los países occidentales, esta soberanía existe sobre el papel: todos los norteamericanos, incluye los negros, son soberanos, puesto que tienen el derecho de votar. Pero ese derecho se les niega en la realidad, y es por eso por lo que aparece la reivindicación de un "poder" -poder negro, poder estudiantil, poder obrero.
Es la misma cosa en muchos países socialistas donde los individuos siguen sometidos a las necesidades de la producción. Recuerdo un cartel de propaganda que se veía por todas partes en Polonia, después del regreso de Gomulka al poder, en 1956, Y que proclamaba: "La tuberculosis frena la producción". Eso partía de un buen sentimiento, puesto que quería decir: "Cuídese usted". Pero la manera de formularlo era reveladora. No se trata más que de un objeto -la tuberculosís- y de la producción de objetos. Entre los dos, el tuberculoso y el productor no existían. Es contra esta deshumanización contra la que la rebelan los estudiantes y los jóvenes obreros polacos, checos, yugoslavos, franceses, alemanes, que viven en regímenes muy diferentes. No quieren ya tener su existencia del objeto que producen o de la función que desarrollan, sino decidir por sí mismos de lo que van a producir, la de la utilización que se hará de ello, y del papel que van a jugar en la sociedad.
Han sido los estudiantes los primeros que han sentido y han formulado eso, pero han tenido suficientes contactos, a pesar de. todo, con los jóvenes obreros, para que éstos se digan: "¿Por qué nosotros no haríamos lo mismo? Si esos tipos rechazan la vida que se les hace, ¿por qué no rechazaríamos nosotros la nuestra? Tengo la impresión muy fuerte de que ese rechazo de la condición proletaria por los jóvenes ha sido la novedad más importante de todo lo que ha sucedido en mayo.

P - Usted ha hablado de la revolución cubana. Esta ha sido facilitada por el hecho de que Batista estaba considerado por todo el pueblo cubano como un tirano. No es ese el caso de De Gaulle. El carácter opresivo del régimen degolista está muy desigualmente sentido, y siempre ha habido, desde hace diez años, una parta de la clase obrera que ha votado por él.

J-P SARTRE: Es evidente. Batista asumió el poder cuando los norteamericanos decidieron, por razones interiores, reducir considerablemente sus compras de azúcar cubano. Para la economía cubana eso era una catástrofe y significaba la ruina de muchas empresas pequeñas. Para salvar a los grandes hacendados y mano tener el orden, era preciso una dictadura.
En una sociedad donde no hay una crisis económica de ese género, se encuentra siempre mucha gente, en todas las clases, que prefieren el mantenimiento del régimen instalado, y cuyo nivel de conciencia política permanece poco elevado. No se puede pedir a un pequeños comerciante, dados sus intereses y su tipo de cultura, que no tenga confianza en De Gaulle. Se imagina que De Gaulle defiende las pequeñas empresas contra las grandes que querrían devorarla En realidad. De Gaulle impulsa a la concentración, y son los grandes industriales quienes siempre han procurado mantener un sector de pequeñas empresas, que le deja siempre una posibilidad de maltusianismo y le permite mantener sus precios diciendo: "Nosotros no queremos arruinar a los pequeños". Pero el pequeño comerciante no puede darse cuenta de ello. Para él, De Gaulle sigue siendo el escudo contra los monopolios.
Para los obreros, es diferente. Siempre ha habido entre ellos, desde 1848 y las matanzas de la Comuna, una cierta indiferencia por la política, indiferencia que reposa sobre la idea de que “todos son unos perros". Cuando Napoleón III tomó el poder, los obreros apenas protestaron. En el plebiscito de 1852, muchos obreros votaron por él. ¿Por qué? Porque los republicanos que les invitaban a votar contra el príncipe-presidente eran los mismos que habían lanzado una represión sangrienta contra ellos tres meses antes. La política ha seguido siendo desde entonces para muchos obreros, un mundo aparte que no les concierne. Todo el anarcosindicalismo de principios de siglo ha nacido de ahí, y quedan de él huellas profundas en la mentalidad obrera.
No hay que confundir al burgués que vota por De Gaulle porque ve en él el protector, y el obrero que habla del “padre De Gaulle", y le da su voto porque no le gusta la "cocina" de los partidos, cualesquiera que sean, y le importa un bledo la política. El universo del obrero es el trabajo. El día en que sea preciso ir a la huelga general, irá a la huelga general, irá a la huelga pero con sus propios jefes, es decir con sus dirigentes sindicales. Y si el régimen cae mejor que mejor. Mientras tanto, el juego político no le interesa.

P - Se atribuye De Gaulle la intención, si las elecciones legislativas son triunfadoras para él, de organizar dentro de algunos meses una elección presidencial en la cual no se presentaría. Habría escogido así su salida evitando -lo que hubiera sucedido si se hubiese retirado hace tres semanas- "una partida" a lo Luis Felipe.

J-P SARTRE: Si sus candidatos obtienen el 80% de los votos en las elecciones, entonces, en efecto, será Sila quien dice a su pueblo: "Bueno, he hecho mucho bien y regreso a mi hogar". Pero si la mayoría degolista no es más que del 53 o del 55 % la retirada seguirá siendo una retirada a lo Luis Felipe, aún si De Gaulle la retrasa tres meses para salvar la cara.
Que se vaya o no, lo importante es preservar todo lo que pueda salvarse de gran movimiento de mayo. Ernesto "Che' Guevara dijo: "Cuando suceden en la calle cosas extraordinarias, es la revolución". Nosotros no hemos tenido la revolución. pero han pasado cosas extraordinarias que debemos tratar de defender.
Es preciso impedir el aplastamiento. previsto por el poder, de todo lo que ha comenzado en el mes de mayo. La represión va a ser a la vez solapada y dura: se tratará de aislar, de romper, y de eliminar a todos los que han figurado en el origen de la rebelión, en particular a lo estudiantes. Es esencial que éstos no sientan solos, y que estamos todos decididos a ayudarles, a defenderles.

PODER ESTUDIANTIL

Lo que hay que explicar a la que la violencia "incontrolada" tiene un sentido, que no es la expresión de una voluntad de desorden sino de la aspiración a un orden diferente.
Tomemos el caso de los estudiantes puesto que son ellos quienes han desencadenado al movimiento. ¿Qué es lo que quieren? Se responde: un "poder estudiantil". Decir eso no es decir nada mientras no se ha tratado de definir su posición en la Universidad y en la sociedad.
Esa posición no es de ninguna manera la misma que era la nuestra hace treinta o cuarenta años. Ya, cuando yo tenía veinte años, protestábamos contra el sistema de las clases "ex cathedra". Pero éramos pocos, y nos considerábamos, ¡ay! Como una minoría selecta. Eramos veinticinco en la Escuela Normal -una promoción-, teníamos una biblioteca maravillosa, turnos para trabajar, habitaciones para dormir, y un poco de dinero para divertirnos. Consideramos que los libros eran mejores que las clases lo que era cierto -y en nuestra manera de manifestarlo, era simplemente no asistiendo a las clases. Yo fui a la Sorbona una sola vez en un año, cuando los estudiantes reaccionarios decidieron boicotear las clases de un profesor cuyas ideas no les gustaban. Ese día, todos los normalistas, que no ponían allí jamás los pies, se distribuyeron por la Sorbona.
Nosotros no nos asfixiamos porque éramos pocos. Se trabajaba con instrumentos perfectos, y en la intimidad. Yo preparé el doctorado con Nizan, Maheu -que está ahora en la UNESCO-, Aran, y Simone de Beauvoir. Podíamos discutir con los profesores de la Escuela, y había allí debates perpetuos, pero todo eso se desarrollaba en una atmósfera de comodidad aristocrática.

UN SABER SIN VALOR

Hoy, es completamente diferente, los estudiantes han llegado a ser tantos que no pueden ya tener, con los profesores, las relaciones directas -ya difíciles- que nosotros teníamos en nuestro tiempo. Hay muchos estudiantes que ni siquiera ven al profesor. Oyen solamente por medio de un altavoz, un personaje totalmente inhumano e inaccesible que les imparte un tema del que no comprenden en absoluto el interés que puede tener para ellos. El profesor de facultad es casi siempre -lo era también en mi tiempo- un señor que ha hecho una tesis y que la recita durante todo el resto de su vida. Es también alguien que posee un poder al cual está ferozmente adherido: el de imponer a la gente, un nombre de un saber que ha acumulado, sus propias ideas, sin que los que le escuchan tengan derecho a discutirlas. Ahora bien, un saber que no está constantemente criticado, superándose y reafirmándose a partir. de esta crítica, no tiene ningún valor. Cuando Aran envejeciendo repite indefinidamente a sus estudiantes las ideas de su tesis, escrita antes de la guerra de 1939, sin que los que escuchan puedan ejercer sobre el menor control critico, ejerce un poder real, pero que no está ciertamente fundamentado sobre un saber digno de ese nombre.
¿Qué cosa es el saber? Es siempre algo que no es algo que no es lo que se creía, que no se mantiene firme ya porque una nueva observación, una nueva experiencia se han hecho con mejores métodos o mejores instrumentos. Y luego, esas nuevas experiencias son a su vez discutidas por otros sabios, unos reaccionarios, otros más avanzados. Es siempre así como suceden las cosas. La teoría de Einstein nació de una reflexión sobre la experiencia de Michelson y de Morley, que contradecía los postulados de la física de Newton. Y de ahí salió la relatividad einsteiniana, que a su vez fue discutida treinta años después.
Pero los estudiantes, se dirá, no pueden criticar útilmente la enseñanza de un profesor puesto que, por definición, no saben aún nada. Primeramente, el que no sabe nada sabe siempre un poco más de lo que parece, como ese esclavo a quien Sócrates hacía descubrir de nuevo un teorema de matemáticas. Y luego, sobre todo, la cultura no puede transmitirse más que si se deja a la gente, en todo momento, la posibilidad de discutirla.
Yo he hecho, a este respecto, dos experiencias muy significativas. Cuando era profesor en el Liceo de Lyon, tuve como alumnos a hijos de ricos agricultores para quienes un centavo era un centavo, una mesa una mesa, un toro un toro. No había que pensar poder sacarles de ese buen sentido materialista. Entonces me dije que era preciso comenzar el año encarrilándoles un poco y explicándoles el idealismo kantiano. Su resistencia fue feroz. La idea de que la realidad llamada exterior está constituida por la unidad interna de nuestra experiencia les resultaba insoportable. Después de un mes de impugnaciones, sin embargo, me dijeron: "¡Hemos comprendido!" Y me envenenaron la vida durante todo el resto del año porque, a todo lo que yo les trataba de explicar, me oponían a Kant: lo habían asimilado tan bien, que se referían a ello siempre.

Más tarde, por el contrario, en el Liceo Pasteur, en París, he explicado cursos "ex cathedra". Los alumnos no discutían ya nada. Que el universo sea una realidad exterior o una sucesión ligada de representaciones, que los hijos deseen a su padre o a su madre. ¿Por qué no? Todo eso lo admitían perfectamente. Los periódicos y la radio les habían frotado con una falsa cultura. No discutían nada y, y al final del año, no sabían nada. La única manera de aprender, es discutir. Es también la única manera de llegar a ser un hombre. Un hombre no es nada si no es impugnador. Pero debe también ser fiel a algo. Un intelectual, para mí, es esto: alguien que es fiel a un conjunto político y social, pero que no cesa de discutirle. Sucede, seguramente, que haya una contradicción, entre su fidelidad y su impugnación, pero eso es una buena cosa, es una contradicción fructuosa. Si hay fidelidad sin discusión, eso no sirve: no se es un hombre libre.

ISLOTES RIDICULOS

La Universidad está hecha para formar hombres que discutían. Dicho de otro modo, un hombre de cuarenta y cinco años debería saber que las ideas que él se ha formado, después de haber discutido las de las personas que le han instruido y ayudado, serán discutidas a su vez, dentro de cinco años, por aquellos a quienes él ha instruido, quienes le dirán: "Eso no es así, es otra cosa". Tal es, en el fondo, la primera señal de envejecimiento. Eso sucede entre los treinta y cinco y los cuarenta y cinco años. Pero si, después de haber dicho lo que se tenía que decir, se aprende a polemizar con los otros, entonces puede prolongarse un poco su edad madura, su vida útil.
Ahora bien, nosotros tenemos hoy todavía, en la Universidad, esos islotes ridículos que son los cursos "ex cathedra", desarrollados por señores que no se discuten nunca. Me dejaría cortar la mano si Raymond Aron se ha discutido alguna vez, y es por eso por lo que es, en mi opinión, indigno de ser profesor. No es, evidentemente el único, pero estoy muy obligado a hablar de él pues, en estos últimos días he escrito mucho. Y especialmente esto: "Es inconcebible que los estudiantes participen de una manera o de otra en la elección del profesor". ¿Por qué? Porque el poder fundado sobre el saber debe, según Aron, transmitirse de profesor a profesor, de adulto a adulto. Debe ser conferido desde arriba, lo mismo que en la monarquía eran los nobles quienes tenían el poder de ennoblecer a alguien, y no los burgueses".
Eso es normal, explica Aran, porque los estudiantes no saben nada: los estudiantes del primer año no pueden juzgar la enseñanza de un profesor al que no han oído aún. Yo hago observar aquí una cosa, y es que la mayoría de los profesores que, en una facultad, eligen a otro, no pertenecen a la disciplina que él enseña y no tienen ninguna idea del valor de su enseñanza. Dicho esto, no son sólo los estudiantes de primer año quienes pueden tener que pronunciarse sobre la elección de un profesor. Hay los de segundo y de tercer año, que han seguido sus explicaciones y que saben muy bien lo que piensan de él. Deben todos votar conjuntamente.
Aron dice también: "Es inconcebible que los estudiantes ejerzan de una manera o de otra la función de examinador". ¿En nombre de qué? ¿Por qué los estudiantes de doctorado no serían admitidos, si llegara el caso, a juzgar los conocimientos de los estudiantes de licenciatura? Esto es tan concebible, por el contrario, que ha ocurrido muy frecuentemente en Europa, en períodos de guerra o de revolución, que los estudiantes reemplacen a profesores que habían sido muertos o que tuvieron que huir.

BARRAGE CONTRA HEGEL

Incluso si se trata de hacer participar en un tribunal de examen a estudiantes del mismo nivel de aquellos cuyos conocimientos se comprueban, la operación no tiene nada de absurdo, pues ustedes saben como yo, cuál es la importancia, en un examen, del humor, de las manías intelectuales, y de las obsesiones del profesor. Si éste se ha levantado con el pie izquierdo, va a dar calificaciones de 2 y de 4 a alumnos que hubiesen tenido 10 por la tarde. Y además, tiene sus opiniones. Recuerdo a Gurvitch, por ejemplo: si no se le recitaba su curso de sociología exactamente como lo había construido, con a), b), c)... estaba uno perdido. Otro ejemplo: Lacheller, quien decía: "Mientras yo sea presidente del tribunal del doctorado, el que hable, en un trabajo, de Hegel, no será aprobado". Y Lacheller ha impedido efectivamente durante algunos años, que la filosofía de Hegel entrase en Francia, cuando ya se difundía en Inglaterra y en Italia. De la misma manera, Brunschwig -yo escuchaba sus clases en la Sorbona porque le encontraba más inteligente que los otros- no citó los nombres de Hegel y de Marx en sus dos primeros libros, y no consagró más que ocho páginas a Hegel en el tercero, sin dedicar ni una palabra a Marx.
Esa es la enseñanza incontrolada e incontrolable que se nos daba y que se nos da hoy aún. Por eso es por lo que es necesario que estudiantes no sólo del año de estudio en curso, sino del año siguiente, estén ahí para, en caso preciso, corregir un error, compensar un movimiento de mal humor, y que el profesor sepa que se le juzga al mismo tiempo que él juzga... Todo radica en esto: si el que juzga no es a su vez juzgado no hay verdadera libertad.
Y no hay tampoco verdadera libertad cuando, y ese es el caso de hoy, todos los exámenes se vuelven concursos. Es una simple Cuestión de número. Desde el momento en que hay "demasiados" estudiantes, y que se ha decidido no admitir más que cierto número, estamos frente a un concurso. Cuando los estudiantes dicen: "fuera los exámenes", eso significa, en realidad “fuera los concursos; fuera la Universidad que sirve para fabricar un 5% de minoría selecta con un 95% de desperdicios”. Piden lo contrario: un sistema que permita al 100% de los ciudadanos cultivarse, sin que los medios de especializarse, y de llegar a ser un matemático o un cardiólogo sean rechazados por eso.
Lo que hay que suprimir es el sistema actual de selección. Y eso no es imposible, como lo prueban los progresos que han logrado en la lucha contra una selección considerada antes como "natural": la selección -por abajo- de los niños retrasados. Hace treinta años, cuando se tenía un niño retrasado mental, se le llevaba a Ville-Evrard, o al campo; quedaba definitivamente al margen, pero, no se retrasaba ya a los otros niños. Hoy se han realizado técnicas de recuperación que permiten reintegrar a la sociedad la mitad por lo menos de los niños retrasados mentales. Y eso ha. sido así porque se ha cambiado ,de óptica. En lugar de pensar en términos de minoría selecta y en 'vez de decir al niño: "Tú no formarás jamás parte de la sociedad, eres un pequeño salvaje", se le dice: "Tú eres un hombre, la cultura te pertenece, puedes trabajar con los otros".Y cuando se sabe ayudarle, se logra.
A otro nivel, es exactamente la misma revolución la, que, es preciso hacer en la Universidad. Es preciso que los maestros se asignen por tarea no ya localizar entre la masa de sus alumnos los que les parecen dignos de integrarse, a una minoría selecta, sino permitir el acceso de toda la masa a la cultura. Eso supone evidentemente otros métodos de enseñanza. Supone que el profesor se interese por todos sus alumnos, que trate de hacerse comprender por todos y que se les escuche tanto como se les habla. Eso supone que no se considere ya, como Aron, que pensar sólo detrás de su mesa -y pensar la misma cosa desde hace treinta años-, representa el ejercicio de la inteligencia. Eso supone, sobre todo, que cada maestro acepte ser juzgado y discutido por aquellos a quienes enseña, y que se diga: "Me ven completamente desnudo". Es molesto para él, pero es preciso que pase por ello si quiere volver a llegar a ser digno de enseñar.

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