La violencia: aspiración de un orden diferente
Por Jean-Paul Sartre
Publicado en Le Nouvel Observateur, París, Junio 1968
Digitalizado de la Revista Revolución y Cultura. Agosto, 1968. Cuba
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"Lo que yo
reprocho a todos los que han insultado a los estudiantes, es no haber
visto que estos expresaban una reivindicación original: la de
soberanía".
P - Esta semana,
los conservadores triunfan: casi todos los huelguistas han reanudado
el trabajo, la Sorbona, símbolo de la "anarquía estudiantil",
ha sido ocupada por la policía y los franceses acaban de votar en la
primera vuelta, tranquilamente, aproximadamente por los mismos
hombres: Salvo las ventajas materiales, no despreciables pero sin
duda efímeras, obtenidas por los obreros, no queda ya gran cosa,
parece, del gran movimiento que ha sacudido a Francia durante un mes.
¿Es cierto eso? La "revolución de mayo", aunque
fracasada, ¿deja en su estela - algunos elementos positivos?
J. P. SARTRE:
Participé el otro día, en la Ciudad Universitaria, en un debate
entre estudiantes sobre las transformaciones posibles de la
Universidad, y uno .de ellos comenzó así su intervención:
"Camaradas, es preciso reconocer que nuestra acción del mes de
mayo ha sido un fracaso... Hace quince días, en la Sorbona, no se le
habría dejado siquiera terminar su frase, y se habría ido
abucheado. Esta vez no hubo ni un silbido, ni una protesta: se le
dejó continuar.
En cierta manera, en
efecto, el movimiento ha fracasado. Pero no ha fracasado más que
para aquellos que han creído que la revolución estaba al alcance de
la mano, y que los obreros iban a seguir a los estudiantes hasta el
fin y que la acción desencadenada en Nanterre y en la Sorbona
desembocaría sobre un apocalipsis social y económico que provocaría
no sólo la caída c1el régimen sino la desintegración del sistema
capitalista. Eso era un sueño y Cohn-Bendit, por ejemplo, no ha
pensado jamás eso: "La revolución no se hará en un día y la
unión de los estudiantes y de los obreros no es para mañana.
Nosotros hemos dado un primer paso. Daremos otros".
LAS DOS
DIMENSIONES DE LA VERDAD
Eso, muchos jóvenes lo
comprenden. Saben que no se derroca un régimen con 100.000
estudiantes desarmados, por valientes que sean: han sido el detonador
de su gran movimiento, y lo serán quizás de nuevo en el porvenir,
pero se trata ahora de continuar la lucha bajo otras formas. La
discusión era apasionante, la otra noche, porque se refería sobre
los medios de dar a la rebelión de mayo prolongaciones positivas.
Había dos puntos de vista. Uno decía: "Es preciso luchar por
imponer una "universidad crítica" auutoadministrada en la
cual la relación maestro-alumno y la relación de todos con la
cultura queden fundamentalmente transformadas". En el caso de
los estudios de medicina, por ejemplo -algunos grupos de estudiantes
preparan ya proyectos precisos- no se tratará solamente de asimilar
cierto número de conocimientos sino de plantear al mismo tiempo el
problema de la relación médico-enfermo, de las relaciones entre
médicos y, finalmente, del papel de la medicina en la sociedad. Los
estudiantes serán conducidos a definir de nuevo por sí mismos la
profesión que han escogido, decidiendo si el médico debe ser un
técnico de un tipo particular, que trabaja al servicio de una clase
o un hombre que pertenece a la masa y ha sido designado por ella para
curar. Se deduce lógicamente que la forma de la enseñanza y el
propio contenido del saber quedarán modificados por un cambio de
definición, y que no será ya el mismo médico de hoy al que llegan
al final de sus estudios. La misma cosa en otras disciplinas: La
adquisición del saber irá por todas partes paralelamente con una
reflexión critica sobre la utilidad social de ese saber, hasta el
punto de que la Universidad no fabricará ya hombres
"unidimensionales" -cuadros dóciles, probados y alienados
del sistema burgués- sino hombres que habrán recobrado las dos
dimensiones de la libertad: la inserción en la sociedad y la
refutación simultánea de esta sociedad.
A los que proponen este
ideal universitario, otros les responden: "La Universidad
crítica no es realizable. Vean la de Berlín: permanece al margen,
aislada como un quiste en la sociedad alemana. Y ¿qué Estado
capitalista aceptará financiar una Universidad cuyo propósito
confesado seria demostrar que la cultura es anticapitalista? Antes
que la Universidad critica hagamos la crítica de la Universidad.
Esta Universidad nos la van a rehacer aproximadamente igual que era.
No desertemos de ella, paro continuemos haciendo allí una crítica
vigorosa -si es necesario por la violencia- del saber que en ella se
imparte y de los métodos de enseñanza".
Las dos actitudes, en mi
opinión, no son inconciliables. Me parece que podría haber, en la
Universidad, "sectores críticos". No se podrá impedir a
los estudiantes de medicina, si están decididos a ello, hacer un
trabajo profundo sobre lo que podría ser una verdadera medicina
social; pueden incluso obtener para eso salas y una adaptación de
los horarios de estudio. Esa no será una "facultad de medicina
crítica", pero habrá allí, en su seno, un enclave en el que
podrá hacerse una investigación positiva.
La posición que
consiste en decir: "El gobierno no es un interlocutor válido:
estamos decididos a rechazar todo lo que proponga", me parece
peligrosa; porque el gobierno puede decir entonces: "En esas
condiciones, hago lo que quiero", Vale más luchar por imponer
reformas que resquebrajen un poco el edificio de la Universidad
burguesa, que debiliten el sistema entero, y servirse de ello a
continuación como trampolín para pedir otra cosa. Es la teoría del
"reformismo revolucionarío" de Gorz, que permite mantener
una evolución constante radicalizando cada vez un poco más las
reivindicaciones.
Soy optimista sobre la
evolución de la Universidad francesa -en contra de los que hablan ya
de su congolización- porque tengo la mayor confianza en lo que harán
conjuntamente los estudiantes y el profesorado francés, que es
notable y vale ampliamente el de otros países. No veo porqué no han
de llegar a soluciones. Lo que los estudiantes piden es conservar,
bajo una forma u otra, en estructuras conquistadas o recibidas, un
poder de refutación. Creo que un gran número de profesores son
capaces de aceptarlo. Después de todo, la otra noche, yo estaba con
estudiantes y propuse una discusión sobre la "Universidad
crítica". Plantee preguntas, me respondieron, respondí a mí
vez, y otros discutieron lo que había dicho, y todo eso en silencio,
con un orden perfecto. Les aseguré que si esa hubiese sido una clase
de la cual yo fuera el profesor, estaría encantado.
No tenía ningún poder,
ciertamente, salvo el que ellos me concedían. Si me hubiesen dicho:
"Váyase", no habría tenido más remedio que irme,
mientras que, en la Universidad antigua, era yo quien habría podido
hacer salir a los estudiantes. Pero, por otro lado, el poder
"otorgado" de que yo disponía -el de un mediador que debe
darse el trabajo de imponerse interesando en su disertación a los
que habla, haciéndose comprender por ellos será infinitamente más
satisfactorio que cualquier poder "de derecho", Yo me
sentía mucho más soberano, cuando obtenía el silencio, que si yo
hubiese hecho un discurso de distribución de premios, con el
prefecto a mi izquierda y el pro visor a mi derecha, ante los alumnos
petrificados. Si se os discute, aunque sea violentamente, pero se os
escucha también, usted se encuentra mucho más contento, no sólo de
usted sino de sus estudiantes, que si se le escuchase en un respeto
frío. Es mucho más estimulante.
PRIMERO APRENDER A
CONOCERSE
En contra de lo que se
quiere hacer creer, los estudiantes no rechazan que se les enseñe
algo; piden únicamente el derecho de discutir lo que se les enseña,
de comprobar lo que es firme; de asegurarme de que no se les hace
perder su tiempo. Ustedes no pueden imaginarse el número de
estupideces que me han enseñado cuando era estudiante...
P - El principal
problema, para los estudiantes, si no quieren que los resultados
positivos de su movimiento queden limitados a la Universidad, es
lograr establecer un contacto directo con los trabajadores. En el mes
de mayo ese contacto ha sido muy difícil. ¿Puede ser más fructuoso
en las universidades de verano?
J-P
SARTRE: Sobre ese punto, la otra noche, se ha hablado
mucho. Unos decían: "Los estudiantes van a, ponerse al servicio
de los trabajadores para enseñarles conocimientos que les permitirán
capacitarse o lograr una calificación profesional superior".
Otros decían: "Los estudiantes no tienen nada que enseñar a
los trabajadores: sino mucho que aprender de ellos". En
realidad, es un error plantear un esquema preliminar y decidir
enseñará que y a quién. Como siempre, todo el mundo tiene cosas
que aprender de todo el mundo. Lo más importante, en mi opinión, en
esas universidades de verano, será aprender a conocerse. Porque si
los estudiantes no saben casi nada de la vida de los obreros, la
recíproca no es menos cierta. El obrero cree aún que el estudiante
es un tipo que tiene "el humanismo" a su disposición, que
comprende mejor ciertas cosas porque se las han explicado mejor y
porque ha tenido tiempo para aprender. Eso era cierto en mi tiempo;
no lo es ya. El estudiante de hoy es alguien a quien se atiborra,
como se ceba a los gansos, con un saber bien orientado que debe darle
capacidades bien determinadas. Y esta falsa cultura, no la recibe
siquiera en el lujo y en el ocio -muchos estudiantes llevan una vida
difícil- sino en la angustia, por que no sabe jamás si será
despiadadamente eliminado, al cabo de algunos años, por un proceso
de selección destinado a no extraer de la masa más que una pequeña
minoría de cuadros. Cuando un obrero trata a un estudiante de "hijo
de rico", la mayoría de las veces, es porque no le comprende, y
porque no sabe nada de la manera como vive.
Inversamente, los
estudiantes ignoran todo lo referente al trabajo manual, y no sería
quizás malo que hubiese este verano. al mismo tiempo que "cursos
para obreros" en las Universidades -si los obreros lo desean-,
períodos de prácticas para los estudiantes en las fábricas. Eso
existe ya en países como China y Cuba, donde se ha comenzado a
comprender lo que es el verdadero socialismo.
De todos modos, la
gente, salvo si son del mismo medio o si comen juntos, no tienen
jamás nada que decirse. No pueden más que hacer cosas juntos.
Cuando yo estaba prisionero, durante la última guerra, me entendía
admirablemente con los obreros y los campesinos que estaban conmigo.
Si yo hubiese ido a hablarles a sus fábricas o a sus granjas, con mi
lenguaje demasiado abstracto de intelectual, me habrían vuelto la
espalda. Pero en el campo de concentración, hablábamos el mismo
lenguaje, porque teníamos que hacer las mismas cosas, teníamos que
reaccionar conjuntamente -no siempre de la misma' manera, es claro-
con respecto a los mismos acontecimientos. Creo que no habrá
verdaderas relaciones entre los estudiantes y los obreros 'sino
cuando trabajen juntos, en las universidades, y en las fábricas.
CASTRO
Y LOS COMUNISTAS
P - Muchos
comunistas, ortodoxos o no, continúan pensando que los obreros
tienen razón para desconfiar de los estudiantes -cuyas
reivindicaciones, dicen ellos, no tienen nada en común con las
suyas- y para no seguirles en su "aventurismo pequeño-burgués".
J.P. SARTRE: El
otro día, en efecto, en la Ciudad Universítaria, un comunista vino
a decir: "El movimiento' estudiantil no es revolucionario porque
1) no tiene ideología revolucionaria: 2) ni siquiera ha quebrantado
al régimen: 3) es de carácter anárquico, porque la burguesía que
se rebela, siempre origina la anarquía: 4) sólo los obreros pueden
hacer la revolución, porque son los productores",
Todo eso fue acogido con
abucheos, el desgraciado apenas podía hacerse oír, pero había que
responderle. Yo dije esto: si es preciso tener una ideología
revolucionaria para hacer la revolución, entonces el Partido
Comunista cubano era el único que podía hacerla y Castro no podía.
Ahora bien, no sólo el PC cubano no hizo la revolución sino que
rechazó unirse a la huelga general desencadenada en una ocasión por
los estudiantes y los revolucionarios de las ciudades. Lo que hay de
admirable, en el caso de Castro, es que la ¡teoría ha nacido de la
experiencia en lugar de pre cederla. Lean de nuevo el discurso
pronunciado por Castro ante el tribunal que le juzgaba después del
ataque fracasado contra el Cuartel Moncada: se encuentra allí una
voluntad democrática de abatir a Batista, porque es un dictador,
ideas de reformas sociales aún bastante vagas, pero no se encuentra
ninguna "estructura ideológica". Es en la guerra, en
contacto con los campesinos, como se ha formado la doctrina
revolucionaría de Castro. Más tarde, comprendiendo quizás que su
movimiento carecía de bases teóricas, se acercó a los comunistas.
Pero cuando vio que dogmas cerrados querían imponerle, y que le
hacían cometer errores, recuperó su independencia y, de golpe, su
ideología se profundizó.
UNA ETIQUETA
ENVENENADA
Traspongamos: nada
indica que la gente que comienza una revolución en Francia deba
tener, para triunfar, una doctrina ya hecha. Al contrarío si los
estudiantes han fracasado, ha sido en parte porque el Partido
Comunista francés, con su concepción cerrada del marxismo y sus
respuestas a todo -extraídas de tal o cual texto de Lenin-, ha
frenado su movimiento.
No es que los jóvenes
revolucionarios carezcan de doctrinas -tienen incluso demasiadas, y
muy diferentes, aunque todas se relacionan más o menos con el
marxismo-, pero aceptan someter sus ideas a la prueba de la acción.
Y todos coinciden, parece, en la idea muy importante del doble poder,
que Cohn-Bendit ha lanzado diciendo: "Nosotros no podemos ganar
si no se crea un segundo poder frente a De Gaulle y ese poder no
fundarse más que sobre una unión los estudiantes y los,
trabajadores”. ¿Eso no se ha producido esta vez? No es ciertamente
a los estudiantes a quienes hay que reprochárselo.
Tercer punto de la
argumentación comunista: el movimiento estudiantil anarquista
porque representa una rebelión burguesa. Muy bien. ¿Cómo explicar
entonces la rebelión de los estudiantes yugoslavos, que han nacido
en un régimen socialista de los cuales más de la mitad son hijos
de obreros o de campesinos?. ¿Qué reclaman esos hijos de
trabajadores? La misma cosa, en líneas generales que los estudiantes
franceses, es decir libertad de critica y la autodeterminación ...
Calificar de "anarquistas" a gente que reclama, contra los
burócratas stalinianos y los tecnócratas de la sociedad de consumo,
que los nombres no sean ya sólo productos u objetos, sino que
lleguen a ser verdaderamente dueños de su destino, es colocar una
etiqueta envenenada sobre un movimiento al cual se quiere perjudicar
porque es nuevo, porque es auténticamente revolucionario, y porque
amenaza a los viejos aparatos. Lo que reclaman los jóvenes
revolucionarios, burgueses o no, no es la anarquía sino, muy
exactamente, la democracia, una democracia socialista verdadera que
aún no ha triunfado en ninguna parte.
Ultimo argumento, en
fin: sólo los obreros pueden hacer la revolución. Yo respondo que
no hay ni un solo estudiante politizado que haya jamás dicho otra
cosa. Todos no han cesado de repetir: "Nosotros podemos ser el
detonador, pero la revolución no será hecha más que por el
conjunto de las clases trabajadoras, obrera y campesina". Para
que los estudiantes puedan ser el detonador, sin embargo; es preciso
que haya una convergencia entre sus reivindicaciones y las de los
trabajadores. Los comunistas lo niegan, y. afirman que los
estudiantes de hoy, puesto que son hijos de burgueses -lo son, en
efecto, en proporción del 90%- no pueden expresar más que los
mismos intereses de clase que sus padres.
Eso es mostrar un
marxismo estrechamente mecanicista. Marx dijo una cosa muy distinta
cuando dijo que teóricos salidos de la burguesía podían llegar a
ser los aliados de clase de los obreros, porque sus problemas, como
hombres de cultura, sabios, miembros de profesiones liberales, eran
igualmente problemas de alineación. Eso era ya cierto en la época
de Marx. Lo es más todavía hoy, cuando los estudiantes descubren
que son tratados como objetos durante sus años de estudio, para ser
igualmente tratados como objetos cuando lleguen a ser cuadros.
Comprenden entonces que se les roba su trabajo como -se roba el de
los obreros, aunque sea de otra manera. Por eso es por lo que los
estudiantes y los obreros están hoy mucho más cerca unos de otros
de lo que lo estaban sus padres.
“TODOS SON PERROS”
P - Hay algo muy
nuevo en la crisis del mes de mayo: el movimiento no nació, como
había sucedido siempre en el pasado, de una crisis económica,
social o política grave, sino de una reivindicación profunda, de
carácter, "libertario", sobre la cual se han injertado a
continuación las reivindicaciones materiales.
J.P. SARTRE: Al
viejo motor de las revoluciones, que era la necesidad desnuda, acaba,
en efecto, de sucederle una exigencia nueva que es la de la libertad.
Hubo una época en la que el problema era ante todo el de la
apropiación colectiva de los medios de producción, porque la
propiedad y la dirección de la empresa eran una sola cosa... Es el
periodo que va desde el nacimiento del capitalismo familiar a la
aparición de las sociedades anónimas y de los monopolios. Fue en
ese momento cuando las grandes doctrinas socialistas. se
construyeron. Todas ellas reposaban sobre la necesidad de poseer para
poder administrar.
Hoy la clase media se ha
transformado, por el hecho de que pueda dirigir sin poseer. Es el
reinado de la tecnocracia: los propietarios, a condición de percibir
los dividendos, delegan en especialistas, en cuadros competentes el
cuidado de dirigir las empresas. La reivindicación, a causa de eso,
ha cambiado de carácter, no es ya el problema de la propiedad el que
figura en el primer; plano -se le encontrará después, naturalmente;
porque sigue siendo fundamental- sino el del poder. En la sociedad de
consumo, no se pide ya primeramente poseer, sino participar en las
decisiones y controlar.
Lo que yo reprocho a
todos los que han insultado a los estudiantes, es no haber visto que
estos expresaban una reivindicación nueva, la de soberanía. En la
democracia, todos los hombres deben ser soberanos, es decir poder
decidir, no solos, cada uno en su rincón, sino conjuntamente lo que
hacen. En los países occidentales, esta soberanía existe sobre el
papel: todos los norteamericanos, incluye los negros, son soberanos,
puesto que tienen el derecho de votar. Pero ese derecho se les niega
en la realidad, y es por eso por lo que aparece la reivindicación de
un "poder" -poder negro, poder estudiantil, poder obrero.
Es la misma cosa en
muchos países socialistas donde los individuos siguen sometidos a
las necesidades de la producción. Recuerdo un cartel de propaganda
que se veía por todas partes en Polonia, después del regreso de
Gomulka al poder, en 1956, Y que proclamaba: "La tuberculosis
frena la producción". Eso partía de un buen sentimiento,
puesto que quería decir: "Cuídese usted". Pero la manera
de formularlo era reveladora. No se trata más que de un objeto -la
tuberculosís- y de la producción de objetos. Entre los dos, el
tuberculoso y el productor no existían. Es contra esta
deshumanización contra la que la rebelan los estudiantes y los
jóvenes obreros polacos, checos, yugoslavos, franceses, alemanes,
que viven en regímenes muy diferentes. No quieren ya tener su
existencia del objeto que producen o de la función que desarrollan,
sino decidir por sí mismos de lo que van a producir, la de la
utilización que se hará de ello, y del papel que van a jugar en la
sociedad.
Han sido los estudiantes
los primeros que han sentido y han formulado eso, pero han tenido
suficientes contactos, a pesar de. todo, con los jóvenes obreros,
para que éstos se digan: "¿Por qué nosotros no haríamos lo
mismo? Si esos tipos rechazan la vida que se les hace, ¿por qué no
rechazaríamos nosotros la nuestra? Tengo la impresión muy fuerte de
que ese rechazo de la condición proletaria por los jóvenes ha sido
la novedad más importante de todo lo que ha sucedido en mayo.
P - Usted ha
hablado de la revolución cubana. Esta ha sido facilitada por el
hecho de que Batista estaba considerado por todo el pueblo cubano
como un tirano. No es ese el caso de De Gaulle. El carácter opresivo
del régimen degolista está muy desigualmente sentido, y siempre ha
habido, desde hace diez años, una parta de la clase obrera que ha
votado por él.
J-P SARTRE: Es
evidente. Batista asumió el poder cuando los norteamericanos
decidieron, por razones interiores, reducir considerablemente sus
compras de azúcar cubano. Para la economía cubana eso era una
catástrofe y significaba la ruina de muchas empresas pequeñas. Para
salvar a los grandes hacendados y mano tener el orden, era preciso
una dictadura.
En una sociedad donde no
hay una crisis económica de ese género, se encuentra siempre mucha
gente, en todas las clases, que prefieren el mantenimiento del
régimen instalado, y cuyo nivel de conciencia política permanece
poco elevado. No se puede pedir a un pequeños comerciante, dados sus
intereses y su tipo de cultura, que no tenga confianza en De Gaulle.
Se imagina que De Gaulle defiende las pequeñas empresas contra las
grandes que querrían devorarla En realidad. De Gaulle impulsa a la
concentración, y son los grandes industriales quienes siempre han
procurado mantener un sector de pequeñas empresas, que le deja
siempre una posibilidad de maltusianismo y le permite mantener sus
precios diciendo: "Nosotros no queremos arruinar a los
pequeños". Pero el pequeño comerciante no puede darse cuenta
de ello. Para él, De Gaulle sigue siendo el escudo contra los
monopolios.
Para los obreros, es
diferente. Siempre ha habido entre ellos, desde 1848 y las matanzas
de la Comuna, una cierta indiferencia por la política, indiferencia
que reposa sobre la idea de que “todos son unos perros".
Cuando Napoleón III tomó el poder, los obreros apenas protestaron.
En el plebiscito de 1852, muchos obreros votaron por él. ¿Por qué?
Porque los republicanos que les invitaban a votar contra el
príncipe-presidente eran los mismos que habían lanzado una
represión sangrienta contra ellos tres meses antes. La política ha
seguido siendo desde entonces para muchos obreros, un mundo aparte
que no les concierne. Todo el anarcosindicalismo de principios de
siglo ha nacido de ahí, y quedan de él huellas profundas en la
mentalidad obrera.
No hay que confundir al
burgués que vota por De Gaulle porque ve en él el protector, y el
obrero que habla del “padre De Gaulle", y le da su voto porque
no le gusta la "cocina" de los partidos, cualesquiera que
sean, y le importa un bledo la política. El universo del obrero es
el trabajo. El día en que sea preciso ir a la huelga general, irá a
la huelga general, irá a la huelga pero con sus propios jefes, es
decir con sus dirigentes sindicales. Y si el régimen cae mejor que
mejor. Mientras tanto, el juego político no le interesa.
P - Se atribuye
De Gaulle la intención, si las elecciones legislativas son
triunfadoras para él, de organizar dentro de algunos meses una
elección presidencial en la cual no se presentaría. Habría
escogido así su salida evitando -lo que hubiera sucedido si se
hubiese retirado hace tres semanas- "una partida" a lo Luis
Felipe.
J-P SARTRE: Si
sus candidatos obtienen el 80% de los votos en las elecciones,
entonces, en efecto, será Sila quien dice a su pueblo: "Bueno,
he hecho mucho bien y regreso a mi hogar". Pero si la mayoría
degolista no es más que del 53 o del 55 % la retirada seguirá
siendo una retirada a lo Luis Felipe, aún si De Gaulle la retrasa
tres meses para salvar la cara.
Que se vaya o no, lo
importante es preservar todo lo que pueda salvarse de gran movimiento
de mayo. Ernesto "Che' Guevara dijo: "Cuando suceden en la
calle cosas extraordinarias, es la revolución". Nosotros no
hemos tenido la revolución. pero han pasado cosas extraordinarias
que debemos tratar de defender.
Es preciso impedir el
aplastamiento. previsto por el poder, de todo lo que ha comenzado en
el mes de mayo. La represión va a ser a la vez solapada y dura: se
tratará de aislar, de romper, y de eliminar a todos los que han
figurado en el origen de la rebelión, en particular a lo
estudiantes. Es esencial que éstos no sientan solos, y que estamos
todos decididos a ayudarles, a defenderles.
PODER ESTUDIANTIL
Lo que hay que explicar
a la que la violencia "incontrolada" tiene un sentido, que
no es la expresión de una voluntad de desorden sino de la aspiración
a un orden diferente.
Tomemos el caso de los
estudiantes puesto que son ellos quienes han desencadenado al
movimiento. ¿Qué es lo que quieren? Se responde: un "poder
estudiantil". Decir eso no es decir nada mientras no se ha
tratado de definir su posición en la Universidad y en la sociedad.
Esa posición no es de
ninguna manera la misma que era la nuestra hace treinta o cuarenta
años. Ya, cuando yo tenía veinte años, protestábamos contra el
sistema de las clases "ex cathedra". Pero éramos pocos, y
nos considerábamos, ¡ay! Como una minoría selecta. Eramos
veinticinco en la Escuela Normal -una promoción-, teníamos una
biblioteca maravillosa, turnos para trabajar, habitaciones para
dormir, y un poco de dinero para divertirnos. Consideramos que los
libros eran mejores que las clases lo que era cierto -y en nuestra
manera de manifestarlo, era simplemente no asistiendo a las clases.
Yo fui a la Sorbona una sola vez en un año, cuando los estudiantes
reaccionarios decidieron boicotear las clases de un profesor cuyas
ideas no les gustaban. Ese día, todos los normalistas, que no ponían
allí jamás los pies, se distribuyeron por la Sorbona.
Nosotros no nos
asfixiamos porque éramos pocos. Se trabajaba con instrumentos
perfectos, y en la intimidad. Yo preparé el doctorado con Nizan,
Maheu -que está ahora en la UNESCO-, Aran, y Simone de Beauvoir.
Podíamos discutir con los profesores de la Escuela, y había allí
debates perpetuos, pero todo eso se desarrollaba en una atmósfera de
comodidad aristocrática.
UN SABER SIN VALOR
Hoy, es completamente
diferente, los estudiantes han llegado a ser tantos que no pueden ya
tener, con los profesores, las relaciones directas -ya difíciles-
que nosotros teníamos en nuestro tiempo. Hay muchos estudiantes que
ni siquiera ven al profesor. Oyen solamente por medio de un altavoz,
un personaje totalmente inhumano e inaccesible que les imparte un
tema del que no comprenden en absoluto el interés que puede tener
para ellos. El profesor de facultad es casi siempre -lo era también
en mi tiempo- un señor que ha hecho una tesis y que la recita
durante todo el resto de su vida. Es también alguien que posee un
poder al cual está ferozmente adherido: el de imponer a la gente, un
nombre de un saber que ha acumulado, sus propias ideas, sin que los
que le escuchan tengan derecho a discutirlas. Ahora bien, un saber
que no está constantemente criticado, superándose y reafirmándose
a partir. de esta crítica, no tiene ningún valor. Cuando Aran
envejeciendo repite indefinidamente a sus estudiantes las ideas de su
tesis, escrita antes de la guerra de 1939, sin que los que escuchan
puedan ejercer sobre el menor control critico, ejerce un poder real,
pero que no está ciertamente fundamentado sobre un saber digno de
ese nombre.
¿Qué cosa es el saber?
Es siempre algo que no es algo que no es lo que se creía, que no se
mantiene firme ya porque una nueva observación, una nueva
experiencia se han hecho con mejores métodos o mejores instrumentos.
Y luego, esas nuevas experiencias son a su vez discutidas por otros
sabios, unos reaccionarios, otros más avanzados. Es siempre así
como suceden las cosas. La teoría de Einstein nació de una
reflexión sobre la experiencia de Michelson y de Morley, que
contradecía los postulados de la física de Newton. Y de ahí salió
la relatividad einsteiniana, que a su vez fue discutida treinta años
después.
Pero los estudiantes, se
dirá, no pueden criticar útilmente la enseñanza de un profesor
puesto que, por definición, no saben aún nada. Primeramente, el que
no sabe nada sabe siempre un poco más de lo que parece, como ese
esclavo a quien Sócrates hacía descubrir de nuevo un teorema de
matemáticas. Y luego, sobre todo, la cultura no puede transmitirse
más que si se deja a la gente, en todo momento, la posibilidad de
discutirla.
Yo he hecho, a este
respecto, dos experiencias muy significativas. Cuando era profesor en
el Liceo de Lyon, tuve como alumnos a hijos de ricos agricultores
para quienes un centavo era un centavo, una mesa una mesa, un toro un
toro. No había que pensar poder sacarles de ese buen sentido
materialista. Entonces me dije que era preciso comenzar el año
encarrilándoles un poco y explicándoles el idealismo kantiano. Su
resistencia fue feroz. La idea de que la realidad llamada exterior
está constituida por la unidad interna de nuestra experiencia les
resultaba insoportable. Después de un mes de impugnaciones, sin
embargo, me dijeron: "¡Hemos comprendido!" Y me
envenenaron la vida durante todo el resto del año porque, a todo lo
que yo les trataba de explicar, me oponían a Kant: lo habían
asimilado tan bien, que se referían a ello siempre.
Más tarde, por el
contrario, en el Liceo Pasteur, en París, he explicado cursos "ex
cathedra". Los alumnos no discutían ya nada. Que el universo
sea una realidad exterior o una sucesión ligada de representaciones,
que los hijos deseen a su padre o a su madre. ¿Por qué no? Todo eso
lo admitían perfectamente. Los periódicos y la radio les habían
frotado con una falsa cultura. No discutían nada y, y al final del
año, no sabían nada. La única manera de aprender, es discutir. Es
también la única manera de llegar a ser un hombre. Un hombre no es
nada si no es impugnador. Pero debe también ser fiel a algo. Un
intelectual, para mí, es esto: alguien que es fiel a un conjunto
político y social, pero que no cesa de discutirle. Sucede,
seguramente, que haya una contradicción, entre su fidelidad y su
impugnación, pero eso es una buena cosa, es una contradicción
fructuosa. Si hay fidelidad sin discusión, eso no sirve: no se es un
hombre libre.
ISLOTES RIDICULOS
La Universidad está
hecha para formar hombres que discutían. Dicho de otro modo, un
hombre de cuarenta y cinco años debería saber que las ideas que él
se ha formado, después de haber discutido las de las personas que le
han instruido y ayudado, serán discutidas a su vez, dentro de cinco
años, por aquellos a quienes él ha instruido, quienes le dirán:
"Eso no es así, es otra cosa". Tal es, en el fondo, la
primera señal de envejecimiento. Eso sucede entre los treinta y
cinco y los cuarenta y cinco años. Pero si, después de haber dicho
lo que se tenía que decir, se aprende a polemizar con los otros,
entonces puede prolongarse un poco su edad madura, su vida útil.
Ahora bien, nosotros
tenemos hoy todavía, en la Universidad, esos islotes ridículos que
son los cursos "ex cathedra", desarrollados por señores
que no se discuten nunca. Me dejaría cortar la mano si Raymond Aron
se ha discutido alguna vez, y es por eso por lo que es, en mi
opinión, indigno de ser profesor. No es, evidentemente el único,
pero estoy muy obligado a hablar de él pues, en estos últimos días
he escrito mucho. Y especialmente esto: "Es inconcebible que los
estudiantes participen de una manera o de otra en la elección del
profesor". ¿Por qué? Porque el poder fundado sobre el saber
debe, según Aron, transmitirse de profesor a profesor, de adulto a
adulto. Debe ser conferido desde arriba, lo mismo que en la monarquía
eran los nobles quienes tenían el poder de ennoblecer a alguien, y
no los burgueses".
Eso es normal, explica
Aran, porque los estudiantes no saben nada: los estudiantes del
primer año no pueden juzgar la enseñanza de un profesor al que no
han oído aún. Yo hago observar aquí una cosa, y es que la mayoría
de los profesores que, en una facultad, eligen a otro, no pertenecen
a la disciplina que él enseña y no tienen ninguna idea del valor de
su enseñanza. Dicho esto, no son sólo los estudiantes de primer año
quienes pueden tener que pronunciarse sobre la elección de un
profesor. Hay los de segundo y de tercer año, que han seguido sus
explicaciones y que saben muy bien lo que piensan de él. Deben todos
votar conjuntamente.
Aron dice también: "Es
inconcebible que los estudiantes ejerzan de una manera o de otra la
función de examinador". ¿En nombre de qué? ¿Por qué los
estudiantes de doctorado no serían admitidos, si llegara el caso, a
juzgar los conocimientos de los estudiantes de licenciatura? Esto es
tan concebible, por el contrario, que ha ocurrido muy frecuentemente
en Europa, en períodos de guerra o de revolución, que los
estudiantes reemplacen a profesores que habían sido muertos o que
tuvieron que huir.
BARRAGE CONTRA HEGEL
Incluso si se trata de
hacer participar en un tribunal de examen a estudiantes del mismo
nivel de aquellos cuyos conocimientos se comprueban, la operación no
tiene nada de absurdo, pues ustedes saben como yo, cuál es la
importancia, en un examen, del humor, de las manías intelectuales, y
de las obsesiones del profesor. Si éste se ha levantado con el pie
izquierdo, va a dar calificaciones de 2 y de 4 a alumnos que hubiesen
tenido 10 por la tarde. Y además, tiene sus opiniones. Recuerdo a
Gurvitch, por ejemplo: si no se le recitaba su curso de sociología
exactamente como lo había construido, con a), b), c)... estaba uno
perdido. Otro ejemplo: Lacheller, quien decía: "Mientras yo sea
presidente del tribunal del doctorado, el que hable, en un trabajo,
de Hegel, no será aprobado". Y Lacheller ha impedido
efectivamente durante algunos años, que la filosofía de Hegel
entrase en Francia, cuando ya se difundía en Inglaterra y en Italia.
De la misma manera, Brunschwig -yo escuchaba sus clases en la Sorbona
porque le encontraba más inteligente que los otros- no citó los
nombres de Hegel y de Marx en sus dos primeros libros, y no consagró
más que ocho páginas a Hegel en el tercero, sin dedicar ni una
palabra a Marx.
Esa es la enseñanza
incontrolada e incontrolable que se nos daba y que se nos da hoy aún.
Por eso es por lo que es necesario que estudiantes no sólo del año
de estudio en curso, sino del año siguiente, estén ahí para, en
caso preciso, corregir un error, compensar un movimiento de mal
humor, y que el profesor sepa que se le juzga al mismo tiempo que él
juzga... Todo radica en esto: si el que juzga no es a su vez juzgado
no hay verdadera libertad.
Y no hay tampoco
verdadera libertad cuando, y ese es el caso de hoy, todos los
exámenes se vuelven concursos. Es una simple Cuestión de número.
Desde el momento en que hay "demasiados" estudiantes, y que
se ha decidido no admitir más que cierto número, estamos frente a
un concurso. Cuando los estudiantes dicen: "fuera los exámenes",
eso significa, en realidad “fuera los concursos; fuera la
Universidad que sirve para fabricar un 5% de minoría selecta con un
95% de desperdicios”. Piden lo contrario: un sistema que permita al
100% de los ciudadanos cultivarse, sin que los medios de
especializarse, y de llegar a ser un matemático o un cardiólogo
sean rechazados por eso.
Lo que hay que suprimir
es el sistema actual de selección. Y eso no es imposible, como lo
prueban los progresos que han logrado en la lucha contra una
selección considerada antes como "natural": la selección
-por abajo- de los niños retrasados. Hace treinta años, cuando se
tenía un niño retrasado mental, se le llevaba a Ville-Evrard, o al
campo; quedaba definitivamente al margen, pero, no se retrasaba ya a
los otros niños. Hoy se han realizado técnicas de recuperación que
permiten reintegrar a la sociedad la mitad por lo menos de los niños
retrasados mentales. Y eso ha. sido así porque se ha cambiado ,de
óptica. En lugar de pensar en términos de minoría selecta y en
'vez de decir al niño: "Tú no formarás jamás parte de la
sociedad, eres un pequeño salvaje", se le dice: "Tú eres
un hombre, la cultura te pertenece, puedes trabajar con los otros".Y
cuando se sabe ayudarle, se logra.
A otro nivel, es
exactamente la misma revolución la, que, es preciso hacer en la
Universidad. Es preciso que los maestros se asignen por tarea no ya
localizar entre la masa de sus alumnos los que les parecen dignos de
integrarse, a una minoría selecta, sino permitir el acceso de toda
la masa a la cultura. Eso supone evidentemente otros métodos de
enseñanza. Supone que el profesor se interese por todos sus alumnos,
que trate de hacerse comprender por todos y que se les escuche tanto
como se les habla. Eso supone que no se considere ya, como Aron, que
pensar sólo detrás de su mesa -y pensar la misma cosa desde hace
treinta años-, representa el ejercicio de la inteligencia. Eso
supone, sobre todo, que cada maestro acepte ser juzgado y discutido
por aquellos a quienes enseña, y que se diga: "Me ven
completamente desnudo". Es molesto para él, pero es preciso que
pase por ello si quiere volver a llegar a ser digno de enseñar.
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