Teoría y guerrilla
Por Rudi Dutschke
Publicado en Magazine Litteraire, nº18, París, 1968
Digitalizado de la Revista Revolución y Cultura. Agosto, 1968. Cuba.
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El Che, reduce la
tragedia mundial de la revolución vietnamita a la idea siguiente:
«La trágica soledad del pueblo vietnamita es una penosa realidad»,
penosa para todos los que hablamos de solidaridad y suprimimos el
verdadero carácter del conflicto. Día tras día, el pueblo
vietnamita nos da una inestimable lección de espíritu de
sacrificio, de perseverancia y de humanidad revolucionaria en su
lucha contra el representante mundial de la opresión y la represión.
El nos demuestra a cada
instante que el movimiento de liberación nacional de un pueblo, por
pequeño que éste sea, puede conducir un combate victorioso aún
contra la potencia imperialista mundial más fuerte del mundo.
El papel histórico de
esta revolución es el de servir de ejemplo y modelo a la lucha de
otros pueblos por su liberación. Si ella permanece aislada, el
peligro persistirá, en tal caso el proceso mundial de la lucha
contra el embrutecimiento y el hambre se retardará en muchas decenas
de años. En este sentido, la lucha de los vietnamitas hace cada día
más sensible la alternativa histórica; principio del proceso de
supresión total de la guerra, del hambre, del embrutecimiento y del
libre arbitraje entre los hombres, o el reforzamiento del sistema,
amenaza de la explotación del hombre por el hombre en el mundo
entero.
Si los pueblos del
tercer mundo, bajo tutela y en una total dependencia, comprenden
plenamente la posibilidad de liberarse, en el sentido vietnamita de
la palabra, entonces la actualidad de la revolución mundial
dependerá para cada uno de nosotros, que no solamente querrá luchar
contra el sistema, sino que estará profundamente convencido de la
imposibilidad que existe de superar el orden existente, una
inestimable realidad.
El objetivo de esta
lucha no puede ser otro que la liquidación total del sistema
imperialista mundial y la liberación social y económica de los
pueblos. La represión internacional acelera ese proceso tratando de
reducir toda sublevación revolucionaria por medio de su propia
maquinaria de coerción. Las reformas consentidas no son más que
momentos de la pacificación militar y han perdido toda significación
propia. De ello resultan la inevitable necesidad del levantamiento
internacional armado del Tercer Mundo.
Esta guerra
revolucionaria es terrible; pero los sufrimientos de los pueblos
serían más terribles aún si el combate armado no debiera engendrar
la supresión de la guerra entre los hombres: “Estamos por la
supresión de la guerra; pero no puede suprimirse la guerra sino por
medio de la guerra: Aquel que no quiere el fusil, debe tomar el
fusil” (Mao, 1938). La guerra no es destino eterno de la existencia
humana, ella es producida por los hombres y puede ser suprimida de la
superficie de la Tierra por la acción consciente de los hombres.
Es ahí donde la
glorificación aparente de la guerra por Che, encuentra su
explicación.
“La propaganda de los
golpes” de la organización guerrillera en el Tercer Mundo,
constituye el punto de partida de las acciones ofensivas contra la
represión. Las acciones de los guerrilleros son la condición para
un engrandecimiento posible del movimiento revolucionario.
Las oligarquías
responden a este primer signo de amenaza contra su propia dominación,
con un medio pánico y medidas de represión ciegas y exageradas. El
pueblo todavía pacífico la mayor parte del tiempo, hace en el curso
de esta confrontación, la experiencia directa de la fuerza
contra-revolucionaria. Por un sistema de acción ofensiva con
posibilidades de retirada, capas populares cada vez más importantes
son lanzadas al combate. Sólo la lucha hace posible el
establecimiento de la voluntad revolucionaria que permite a los
pueblos hacer y en fin; consciente y enérgicamente esta historia de
la que ellos no han dejado jamás de ser artífices.
Las oligarquías, que
han perdido en el curso de esta etapa del combate su última
apariencia de independencia, no son ya las primeras en responder a
esta voluntad del pueblo en el curso de la lucha que amenaza
aniquilar la potencia establecida, sino más bien la internacional
organizada de la represión; encarnada por los Estados Unidos de
América. Es en este momento allá donde únicamente han aparecido un
segundo o tercer Vietnam. Es allá solamente donde en este momento la
única solución histórica real, y no sobre el papel del conflicto
chino soviético nos parece posible, pues una actitud aislada y una
participación titubeante en el combate, serían consideradas
imposibles en esas condiciones.
Un segundo, un tercer
Vietnam obligará a los socialistas que hoy se oponen a tomar una
decisión. Pero en ese caso también, es necesario comprender que la
toma de conciencia revolucionaria de las masas en los países
socialistas es imposible sin conflictos reales. El abismo que separa
la Unión Soviética y en los países del Este al partido y al
pueblo, deben desaparecer -en el caso de un segundo o un tercer
Vietnam- para permitir, en particular, ofrecer una ayuda eficaz a los
movimientos de liberación. Eso permitiría, por otra parte,
continuar la revolución estancada desde hace decenas de años y
triunfar sobre la dominación burocrática del partido sobre el
pueblo.
No es cuestión de
ocultar que la teoría de la revolución permanente, -a la que se
opone hasta hoy la República China- que lucha contra todo fallo
histórico entre el partido y el pueblo en medio de campañas,
sistemáticas en las que se establece un diálogo positivo y
generador de toma de conciencias entre los jefes y la masa, ha sido
coronada de éxito, cualesquiera que sean las dificultades
encontradas. Para el Che, sin embargo, y con justicia -las dos
fracciones del campo socialista son de una importancia secundaria.
Son los pueblos que luchan y combaten los que deciden las formas y
medios de la revolución en América Latina, en Asia, en África y
ningún gobierno por amigo que sea, puede, ni debe, influenciar la
libertad de decisión.
La carta del Che
constituye un llamamiento a los revolucionarios del Tercer Mundo para
que no esperen más y establezcan, al contrario, por su propia
acción, las condiciones victoriosas de una revolución continental.
Pero no se trata de un análisis teórico, su principal objeto es la
propaganda revolucionaria que precede a la propaganda de los golpes,
es decir, un momento de esta primera fase del combate. Esto explica
el gran uso de fotografías de combates como medio de formación de
la voluntad revolucionaria. Ellos atacan la teoría y la práctica
resignada de los partidos comunistas y socialistas firmemente
establecidos; atacan el cinismo de Pablo Neruda que almuerza con el
presidente Belaunde en el momento de la liquidación radical, por
tropas gubernamentales peruanas, de las guerrillas peruanas,
colaborando con los consejeros norteamericanos.
La glorificación de los
primeros mártires victoriosos caídos ya por el Movimiento de
Liberación, debe reemplazar la de los jefes de la guerra de
independencia del siglo XIX, trabadas por mecanismos de integración,
por siluetas revolucionarias de la fase actual, y hacer una nueva
continuidad histórica de la historia americana.
Los pasajes irracionales
contenidos en esta carta, deben ser considerados como prejuicios de
esclarecimientos contra los esquemas del chovinismo interiorizados
por las masas.
El recuerdo de los
primeros nuevos jefes constituye para los guerrilleros y para la
joven generación que se lanza al combate, una fuerza de liberación
e impulsión y contribuye al proceso de aparición de una identidad
nacional, así como de una conciencia revolucionaria.
Es bajo este ángulo que
hay que comprender el pretendido determinismo del Che.
El acento que pone sobre
la necesidad histórica del triunfo de la revolución, no debe ser
diferenciado de su realismo dialéctico, cuando se trata de apreciar
las dificultades de la situación.
El resultado de la lucha
es incierta y es todo un periodo histórico de luchas quien lo
decidirá. Debemos entre tanto, recordar una frase de Marx a Ruge en
1843: “Usted no dirá que yo subestimo el presente, sin embargo, si
yo no desespero de él es únicamente porque su propia situación de
desesperanza me llena de esperanza”.
La situación
desesperada de la guerra de liberación vietnamita, la situación
desesperada del tercer mundo, crea una energía de desesperación
entre los revolucionarios del mundo entero.
No puede diferenciarse
dela situación y del desencadenamiento del movimiento
revolucionario, el pasaje que nos deprime a todos, sobre el odio como
factor del combate. El nos hace distinguir ciertamente dos aspectos
del fenómeno. Hay de una parte en el odio a todas formas de
opresión, un humanismo militante, y por otra parte -como destaca
justamente B. Brecht- el odio del opresor vuelve más ronca la voz y
hace medir el peligro de la sumisión revolucionaria, que no sitúa
al centro, los intereses de la emancipación que deben impregnar
todos los medios y todas las formas de liberación revolucionaria en
el individuo y la sociedad.
En Cuba, el Che percibe
muy claramente cando exige que el revolucionario moderno se distinga
por una gran humanidad. Pero debemos darnos cuenta, y es así como
hay que comprender al Che, que no puede ganarse ninguna lucha
revolucionaria en el Tercer Mundo sin la participación activa del
odio contra los representantes de la represión nacional e
internacional.
Un mundo sin odio es un
mundo sin guerra y sin dominación histórica, superfluo, y por lo
mismo irracional, del hombre por el hombre.
La contribución de los
revolucionarios en las ciudades -en el interior mismo del proceso
internacional de emancipación- tiene un doble aspecto: la
colaboración para la puesta en escena de una oposición
revolucionaria global (H. Marcuse) tomando parte directamente en la
lucha actual del Tercer Mundo, creando una central internacional y no
dejando desarrollar a los burócratas del partido, formas de luchas
específicas correspondientes al estado de desarrollo histórico
concernientes a las metrópolis.
En efecto, la situación
es actualmente muy distinta en las ciudades: nuestros dirigentes son
removibles y pueden ser reemplazados a cada instante por nuevos
disfraces burocráticos. No podemos incluso odiarlos, ellos son
prisioneros o víctimas de su maquinaria represiva. Nuestras fuerzas
van contra los inhumanos resortes gubernamentales, contra los medios
de maniobra y los reflejos organizados. Sin armas, sin otra cosa que
nuestra razón educada, nos oponemos a las partes más inhumanas de
la maquinaria. No jugamos más el juego e intervenimos, por el
contrario, consciente y directamente en nuestra propia historia.
El resultado de estas
reflexiones es que la toma del poder político por un grupo por una
banda o hasta por una clase específica, no parece ya ser posible en
la fase actual del desarrollo social. El proceso de la revolución
por el rechazo organizado, constituye para los que lo han provocado
un hundimiento tendencial y visible de todos el aparato emplazado.
Los seres independientes reconocerán finalmente sus propias fuerzas
como fuerzas sociales poderosas y se liberarán en el curso de un
combate en el que devendrán cada vez más conscientes de la tutela y
del apoliticismo que sufrían.
Category: 1968, Documentos, guerrilla, Mayo 68, Rudi Dutschke
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